El golpe de Estado de Pedro Castillo o la forma felizmente chapucera como pretendió hacerse del poder absoluto, no debieran haber sorprendido a nadie. Felizmente, el aletargado sistema democrático logró defender el orden constitucional encarcelando al felón.
Tampoco debiera sorprender el despliegue de tácticas subversivas del Pasdarán iraní, estrenado antes en la región por el MAS boliviano, el chavismo venezolano (ambos presentes en las calles hoy) y el MIR + pseudo indigenismo chilenos. Repetir que “Dios es peruano’ y “el Perú es diferente” es un alarde de ingenuidad pre-adolescante, más aún con la inaceptablemente continua presencia diplomática cubana del Gallo Zamora y su esposa, veteranos del ataque subversivo del neoimperialismo bolivariano.
Es imprescindible sobreponerse a la ingenuidad campante inducida por 6 décadas de subversión ideológica y entender que ningún movimiento en la historia de la humanidad ha sido espontáneo, ni las condiciones más terribles de una comunidad han sido jamás causantes de una protesta, una rebelión o una subversión. El entorno económico o sociológico siempre ha sido solo el campo fértil en el que, cual labriegos, los estrategas, a través de sus operadores (a menudo traidores encubiertos ayudados por bien intencionados tontos útiles) han desplegado tácticas ofensivas.
Por tanto, ningún mea culpa, ningún acto de constricción acompañado del más sincero propósito de enmienda “sostenible” va a bastar para contener esta ofensiva. Vemos los proxys Bolivia, Venezuela, Cuba (en ese orden) pero seguimos negándonos a ver lo que es ya más que evidente, el cerebro es un producto de una alianza (inestable como toda alianza), una receta que combina chifa, vodka y carne Halal.
La importante batalla que han empezado a librar con valentía y profesionalismo en la primera línea de fuego la Policía y las Fuerzas Armadas (que por fin pueden actuar ahora que los cuervos que criaron han empezado a comerse los ojos de cierta prensa), puede tornarse una vez más en un esfuerzo estéril si no se entiende la preeminencia de la conquista de la narrativa nacional e internacional en la ansiada victoria patria.
Aun a riesgo de aburrir, reitero la ya impostergable necesidad de asumir profesionalmente (lo que implica ciertamente un costo que debe ser cubierto de modo sostenible) la tarea de diagnóstico, objetivo, estrategia y despliegue de tácticas en la batalla por la opinión pública local e internacional.
Espero que deje de primar la ingenuidad de conducir mirando solo el retrovisor, insistiendo en reutilizar exitosas recetas de antaño hoy tan útiles como intentar entretener a un niño con un trompo o un yo-yo. Si, por el contrario, insisten, los sobrevivientes acabaran tomando café en una futura versión peruana del entrañable Café Versailles miamero.