OpiniónViernes, 6 de enero de 2023
Activictimización, por Pancho de Piérola

La izquierda se ha apropiado del lenguaje, pero eso no me detiene a mí para, de vez en cuando, acuñar términos que sirvan para ilustrar su doctrina o su delirio, que muchas veces es lo mismo. Esta semana vimos un claro ejemplo de esta activictimización: el activismo a través de la victimización. ¿La protagonista? Zaira Arias.

Arias fue candidata al Congreso con Perú Libre y luego fe defenestrada de dicho partido por indisciplina. Ya que no puede victimizarse en el pleno, como lo han hecho sus correligionarios desde hace año y medio, se dedica a hacerlo en sus redes y, a veces, en la calle, cual cómica ambulante.

El martes se llevó a cabo la “Marcha por la Paz”. Una movilización multitudinaria y multiregional que, como su nombre lo dice, buscan que los subversivos y criminales que se han sublevado al gobierno (que eligieron ellos mismos), cesen con su discurso separatista, violentista y terrorista. Qué mejor escenario para ir a victimizarse, ¿no?

Zaria Arias eligió entonces su estrategia. Ir a insultar y tirarle pintura roja a los pacíficos marchantes, luego a la Policía y luego resistirse ser arrestada por las fuerzas del orden. Desde un punto de vista objetivo, esto es el debido proceso cuando una persona altera el orden público y agrede a otra persona. Pero no hay objetividad para los malos.

Desde la óptica de la “justicia social”, la señora Arias, al ser auto percibida como “población oprimida”, tiene el derecho a romper, agredir y acusar a quien le venga en gana. Porque sus intenciones son las mejores y ella quiere lo mejor para el país. ¡Qué ilusos hemos sido! Esa señora merece una medalla, entonces.

Lamentablemente, esa medalla podría llegarle en algo más de un año en el Congreso, porque este tipo de “activictimización” cala en la población. El discurso de la “deuda social” y la “justicia social” es tan profundo que está tirándose abajo la ciega objetividad con la que el concepto de justicia se ha sostenido por miles de años. Ahora, en la posmodernidad, son solo las emociones y las autopercepciones las que definen el bien y el mal. Perdónanos, Ulpiano, por el camino que hemos tomado. No debimos girar a la izquierda.

Si creen que estoy exagerando, observen el discurso de la otra orilla. Su única defensa y ataque es la victimización. Se ponen el lugar de David y luego piden al público que apedreen a Goliat. Hasta para eso viven de los demás.

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