OpiniónDomingo, 8 de enero de 2023
Transición política: ¿Hacia dónde?, por Ángel Delgado
Angel Delgado Silva
Analista político

Las “ansias locas”, como dice el vals, para gobernar hasta el 2026 tuvieron fugaz duración. Apenas unas horas al juramento de investidura presidencial. La dureza de los hechos se encargó de evanescer las “locas ilusiones” de la sucesora de Pedro Castillo, sacándola de su ensoñación. Y solo entonces –luego de aquel tremendo golpe de realidad– concibió su gobierno como un régimen de transición. ¿Qué más podía hacer al constatar que su mandato flota a merced de los vientos huracanados de la política nacional?

Solamente nuestro excepcionalismo político, verdadero laboratorio de las formas más abigarradas e insólitas del poder, ha podido resolver con pragmático realismo la actual encrucijada del Perú. De pronto, escapamos del abismo y se apertura una inédita transición política. Aceptada por los demócratas y combatida con furor por el radicalismo de izquierda.

No fue sido necesario un debate teórico al estilo del protagonizado por G. O´Donnell, P. Schmitter y L. Whitehead, a inicios de los 90’ del pasado siglo*. Tampoco fue menester el recurrir a sucesos históricos, como el Pacto de Punto Fijo venezolano, posterior a la caída del dictador Pérez Jiménez, que dio paso a 40 años de democracia modélica, antes de la trágica irrupción de Hugo Chávez. Menos aún, a ese hito contemporáneo: la Transición Española a la Democracia, luego de 45 años de franquismo. Ni siquiera se revisó la experiencia nativa bajo la batuta de Valentín Paniagua. De tal bagaje se ha prescindido olímpicamente, pero todos nos encontramos insertos en la vorágine de la transición.

¿De qué transición hablamos? Sin duda de una muy modesta, concordante con un estado de cosas frágil, incierto y acosado por la violencia subversiva. Ajeno a los sueños inmortales, fantasías refulgentes y actos gloriosos, que todavía rondan por la cúpula del gobierno transitorio. Cabe decir que su imposibilidad no fluye del amedrentamiento ni la coacción violentista, sino de verificar que el castillismo ha destruido el régimen político-institucional, obturando la viabilidad de continuarlo con legitimidad. No será entonces la fuerza bruta la que recorta mandatos y adelanta elecciones, sino la convicción democrática que el régimen Catillo-Boluarte se agotó y no da políticamente más. Lo curioso es que a la última le toca enterrar al castillismo y asegurar un nuevo gobierno democrático nacido del voto popular, ¡En eso consiste la transición vigente y nada más!

*Transiciones desde un gobierno autoritario. Buenos Aires, Paidós, 1991.

Vía WhatsApp dele click a este link: https://bit.ly/3Q2to5N

También puede ingresar a nuestra cuenta de Telegram: https://t.me/elreporteperu