El 28 de julio de 2018, Martín Vizcarra anunció en su Mensaje a la Nación que sometería a Referéndum cuatro reformas políticas: la del Consejo Nacional de la Magistratura (y, por ende, el Poder Judicial), la del financiamiento de los partidos políticos, la de la reelección de los Congresistas y la de la Bicameralidad Parlamentaria.
Para octubre del mismo año los proyectos respectivos ya habían sido aprobados por el Congreso y el Referéndum convocado para finales del año.
Las reformas propuestas por Vizcarra aparecieron como respuesta al destape de una serie de casos de corrupción en las altas esferas del Poder Judicial que involucraban principalmente al entonces Juez Supremo César Hinostroza, hoy fugado en España.
Asimismo, la investigación de los aportes de Odebrecht para las campañas de diversos candidatos y la impopularidad de un Congreso con una aplastante mayoría fujimorista dieron a la prensa oficialista, a los constitucionalistas del prime time y a los opinólogos a sueldo y ad honorem de las redes sociales la oportunidad perfecta para promover enfática e irresponsablemente el final de la reelección congresal, tema del que hoy nos ocuparemos.
El rechazo histórico al Poder Legislativo
Históricamente, el Congreso siempre ha sido una institución impopular. Ya sea porque el ciudadano de a pie no comprende sus funciones o la considera una institución inservible, por la cantidad de escándalos que involucraron directamente a Congresistas de la República (por ejemplo, “el comepollo”, “la robacable”, “el mataperros”, entre otros) y por la antipatía hacia ciertos Parlamentarios en particular.
Es más, es posible que la mentalidad del peruano sea predominantemente autoritaria y que se espere que líderes fuertes y mesiánicos solucionen todos los problemas del país. En este contexto, el Congreso se convierte en una institución que cae mal por ejercer sus funciones de contrapeso y fiscalización frente a las decisiones del Gobierno.
La impopularidad del Congreso no es un fenómeno actual. En la narrativa popular de la historia del Perú, fueron “congresos obstruccionistas” los que sabotearon ambos gobiernos de Belaunde, los que forzaron que Fujimori y Vizcarra respectivamente, los disolvieran, los que forzaron la renuncia de PPK, la vacancia de Vizcarra y hoy, la de Castillo (quien, debemos recordar, trató primero de disolverlos al mismo estilo Fujimori).
Teniendo en cuenta como una inmensa mayoría de la ciudadanía ha celebrado y aprobado cada disolución (constitucional o no) del Congreso; me atrevo a decir que, si se consultara mediante referéndum la abolición del Parlamento ganaría de manera aplastante el SI.
Por eso no sorprende en absoluto que, en aquel referéndum del 2018, el 85% de los votantes aprobaran eliminar la reelección inmediata de Congresistas.
Tampoco sorprende que Martín Vizcarra haya direccionado tan fácilmente el voto de la población contra la bicameralidad, argumentando que, mediante dicha reforma, los Congresistas del período 2016-2021 tendrían la posibilidad de reelegirse, esta vez como Senadores.
Pero, incluso sin la intervención del presidente en la campaña del referéndum mediante el famoso “SI, SI, SI, NO”, la eliminación de la reelección Congresal era un hecho, y el referéndum para estos efectos, un mero trámite.
Una reforma indispensable
El contexto del Perú hoy día puede ser muy distinto al de aquel 2018, pero es idéntico en un aspecto: existe un consenso sobre la necesidad de hacer reformas al sistema político, y, entre ellas, al Poder Legislativo.
Desde esta columna, consideramos indispensable que, entre otras reformas, se reinstaure la reelección Congresal.
Las funciones del Poder Legislativo requieren de representantes con experiencia parlamentaria que conozcan o, al menos, estén familiarizados con los procedimientos parlamentarios. Además, el sistema de no reelección desincentiva las buenas gestiones parlamentarias y la discusión y aprobación de reformas importantes, que tal vez necesiten más de cinco años para materializarse.
La reelección también fortalece a los partidos políticos pues evita que las listas de candidatos sean rellenadas con personas que, por su falta de experiencia parlamentaria, terminan perjudicando las decisiones de sus bancadas y, en último término, la reputación de los partidos que los lanzaron al Congreso.
Reflexiones finales
Existen muchísimos motivos de peso que estoy omitiendo para no extenderme más de lo necesario, pero me gustaría cerrar con estas dos conclusiones:
1. La reelección Congresal es una reforma necesaria, y su eliminación fue un grave error.
2. De proponerse esta reforma, su aprobación no debe, por ningún motivo, someterse a referéndum.
Finalmente, deseamos el mayor de los éxitos para los Parlamentarios que hoy tienen la difícil tarea de diseñar, proponer, negociar y aprobar en tiempo récord las reformas políticas que este país necesita urgentemente.
Puede que sea una tarea titánica, pero no por ello imposible. Además, el éxito de estas reformas políticas significará la construcción de una República del Perú más consolidada y, en consecuencia, en mejor capacidad de atender las necesidades urgentes de la ciudadanía.