La palabra “terrorismo” parece haber tomado por asalto el centro del debate político nacional. Un grupo de opinantes califican de terrorismo casi todos los actos de protesta que se están dando; el grupo antagonista responde que las manifestaciones con palos y piedras no son actos de terrorismo, por las diferencias entre esto y lo sucedido en los 80 y 90. Los primeros dicen que los segundos son indolentes con el terrorismo; los segundos retrucan que los primeros son “terruqueadores”. Lo que nos parece cierto es que este debate está funcionando como un partido de tenis, solo que jugado por esmerados deportistas que argumentan uno contra el otro. Pero desde dos canchas distintas.
Sucede que en el Perú el trauma no resuelto sobre la acción de Sendero Luminoso y el MRTA —y la reacción del Estado— está generando una tormenta perfecta de falacias y yerros. Es por esto que hoy en El Reporte haremos un esfuerzo por plantear nuestra posición, pero —a la vez— por definir categorías también. El terrorismo es el uso de la violencia (al punto del quiebre de la Ley) con una finalidad política. Así lo define la Real Academia Española de la Lengua y así también lo hace la Enciclopedia Britannica. Esta última agrega que ha sido practicado por organizaciones de todo color político y hasta por Estados. El Código Penal peruano también recoge el mismo contenido.
Entonces: Sendero Luminoso y el MRTA son organizaciones terroristas. No eran, ojo. Son —aunque este es otro tema—. Y es aquí que se complica la cosa. La relación entre Sendero y el MRTA con el terrorismo como concepto es de género y de especie. Sin embargo, en el debate nacional se está tratando a esa relación —desde los dos bandos— como una de equivalencia. Gran error. Toda forma de senderismo o de emerretismo es una forma de terrorismo. Pero no toda forma de terrorismo es senderismo o emerretismo. Tomar aeropuertos es un acto de terrorismo. Es aplicar violencia, quebrar la ley y usar el resultado con un fin político. Pero… ¿es necesariamente senderismo? No lo creemos.
Sendero Luminoso y el MRTA en una compeja seguidilla de frentes y organizaciones de fachada, siguen operando en el país. Pero hoy una serie de intereses particulares buscan agrandar sus beneficios azuzando el caos. Mineros ilegales, narcotraficantes —y un largo etcetera de grupos que necesitan de la distracción de la ley para crecer— están promoviendo la comisión de actos terroristas en todo el país. Decir que Sendero Luminoso y el MRTA han desaparecido es ignorante, indolente e irresponsable. Pero atribuirle toda la turbulencia a un plan orgánico de Sendero o del MRTA (que se odian entre ellos, por cierto) es ciego e igual de obtuso que negarlo todo. La realidad es mucho más compleja.
Hoy por ejemplo, una columna en el diario de la izquierda del Perú dice que actos perpetrados con piedras y palos no pueden ser terrorismo. Quizás habría que recordarle a la opinante los actos ISIS en Siria contra mujeres y minorías sexuales, sin anfo ni fusiles. O lo que sucedió entre Hutus y Tutsis en Kigali, Ruanda, en 1994. Reducciones como las que esta despistada analista plantea no solo no aportan, sino que confunden más el panorama de un debate que reclama claridad y objetividad. Agregamos que no todo acto terrorista debe ser perpetrado por una organización. El ‘Unabomber’ en los Estados Unidos ocupó al despacho de contraterrismo FBI por largos años y era un lobo solitario.
El punto es plantear que hay terrorismo más allá de Sendero. Y por más que las cicatrices del inconsciente colectivo hayan hiper-senderizado el debate, hay terrorismo más allá de las fronteras de nuestra propia Historia. No verlo genera una reacción lerda desde las fuerzas del orden y un tratamiento paupérrimo del asunto en el debate público. Quemar vivo a un policía en cumplimiento de sus deberes es terrorismo (y crueldad selectivamente no condenada, por cierto) de manual. No se necesita que lo haya hecho sendero, una organización o que haya detrás una ideología. Solo que la publicidad del hecho sea usada políticamente. Y eso es lo que está pasando todos los días frente a nuestras narices.