Los teóricos de la defensa y la seguridad tienen bien entendido, desde hace ya un tiempo, que el campo de batalla principal en la actualidad se da en la mente del ser humano. No importa qué tan vasto sea un ejército, ninguna operación militar es sostenible si es que la opinión pública, el nuevo nervio de la guerra, no está del lado que se defiende. Por ello es que, ahora más que nunca en la historia, se plantean como escenarios de conflicto los medios de comunicación, las redes sociales, el boca a boca, la opinión pública en general. En la sociedad de la información, la guerra también es de información o desinformación, la batalla por la percepción.
Este paradigma no ha sido entendido por los políticos democráticos en Perú, mas sí por los enemigos autocráticos que actualmente azotan el país. Veamos.
La última encuesta de Ipsos lo demuestra. La guerra de la información no solo le está ganando discursivamente al sector democrático de nuestros políticos, sino le está ganando a la realidad y punto. Se le pregunta a la ciudadanía sobre quién dio un golpe de Estado. Para el 51% de los encuestados, el Congreso le dio un golpe a Castillo y tan solo para el 43% fue Castillo quien lo dio. La realidad, expresada esa vez en el televisado golpe del 7 de diciembre del 2022, no cuenta. Cuenta la guerra de información y sus herramientas como el control de la narrativa.
La encuesta pregunta, a su vez, y con opción múltiple, quiénes son los mayores culpables de la crisis. Para el 32% es la presidente Boluarte; para el 29%, el fujimorismo; para el 28%, las bancadas de derecha en el Congreso; tan solo para el 25% el ex presidente Castillo y las bancadas de izquierda en el Congreso. Un escueto 10% culpa al Movadef y a los grupos radicales. Otra vez, las herramientas de desinformación vencen a la realidad. Cualquiera que tenga dos dedos de frente sabe que la crisis se originó por el caos que a través de diversos métodos instauró Pedro Castillo desde el inicio de su presidencia. Pero eso no se está transmitiendo.
Este escenario de pérdida radical de la realidad y los sectores democráticos frente a los autoritarios violentistas es de temer. Y no solo porque la operación de quedarse hasta el 2026 no tengan ningún correlato con la opinión pública, sino también porque cualquier operación política venidera empezará con la cancha desnivelada.
Por ejemplo, el 51% de quienes creen que el golpe lo dio el Congreso podrían ganar una elección. Los autoritarios tienen, al menos en este punto, una elección ganada. Sin embargo, la encuesta revela otros datos agradables para la derecha política y tormentosos para la izquierda autoritaria, ¿Por qué tipo de líder votaría para presidente de la República? Preguntan. En primer lugar, quedan, con 25%, quienes quieren “Un líder que promueva la economía de mercado y el desarrollo económico”. En segundo lugar, con 24%, están los que prefieren “un líder fuerte, dispuesto a actuar con mano dura para poner orden”. Luego están, con 12%, quienes se inclinan por “un líder que nacionalice las principales empresas del país y promueva la redistribución del ingreso” y el 9% de los encuestados propugnan un “líder que promueva el enfoque de género en la educación y la no discriminación intercultural”. Es decir, la derecha economicista y la que propone una mayor mano dura tienen la ventaja sobre la izquierda marxista y progresista.
Aún así, los datos de la encuesta son reveladores en el mal sentido. La batalla por la percepción de la realidad coyuntural está perdida. 51% de la ciudadanía no quiso ver lo que vio en el mensaje golpista de Castillo. 51% le ha creído, lamentablemente, al sector que sigue defendiendo a Castillo y promueve la violencia. Sin embargo, la batalla ideológica no está perdida. El 25% de la ciudadanía quiere, en primer lugar, una economía de mercado y el 24% quiere orden.
Si los sectores democráticos no emprenden una estrategia contraofensiva en la batalla por la percepción, esa ventaja desaparecerá y la dictadura de la narrativa fake será tan opresiva que los golpes de Estado como el de Castillo serán vistos como procedimientos normales (como ya lo es para el 51%). Queda una luz ideológica de esperanza de cara a un eventual adelanto de elecciones, pero esa luz debe ser utilizada, si no la ciudadanía seguirá presa de la lamentable mentira y, por ende, nuestro sistema político seguirá el irremediable camino que ya transita, desde hace tiempo, al abismo.