Esta semana, un nuevo despacho periodístico —esta vez desde un importante diario de Barcelona— ha vuelto a mostrar algo que, desde hace algunos años, se ha vuelto pan de cada día a la hora de hablar del Perú: los corresponsales de medios extranjeros confunden el periodismo con el activismo. Se ha hecho demasiado común que quienes reportan lo que sucede en el Perú a lectores extranjeros lo hagan desde sus propios sesgos ideológicos. Y sabemos que la objetividad pura puede ser utópica en periodismo, sin embargo, estos últimos cables no solo no son objetivos sino no aspiran a serlo.
Pareciera que la globalización en las comunicaciones no solo no ha impedido —¿Sino que ha exacerbado?— el divorcio que hay entre una aproximación neutral a los hechos y la politiquería disfrazada de reportaje. Si es que un ciudadano se informase solo a través de la prensa extranjera de lo que en el Perú sucede tendría una visión ciertamente distorsionada de las cosas. Confundiría hechos con opiniones y —más allá— no podría narrar con claridad el hilo de hechos que se han dado. La narrativa internacional ha sido tomada por asalto por un grupo de vándalos que están haciendo del periodismo su arma favorita.
Pedro Castillo jamás habría dado un golpe y casi que debería ser repuesto en la presidencia, según muchos de los despachos que uno puede leer. Pareciera que lo único malo que en su gobierno hubo fue una campaña visceral en su contra estibada en el racismo estructural. ¿Cómo se puede ser tan miope? ¿Es que las noticias del latrocinio institucional que se estaba llevando a cabo en el Perú no llegan a las redacciones de otras latitudes? Menos excusa tienen los medios españoles, pues ni siquiera necesitan traductores para entender la devastación que Castillo y sus compañeros causaron.
Frente a este espejismo que algunos proyectan, la obligación de los medios de comunicación nacionales —que tenemos acceso a la internet— es levantar la voz en contra de estos abusos. En El Reporte creemos en una prensa libre de controles estatales, pero para que ésta funcione correctamente creemos que el mercado debe corregirla cuando se desvía tan evidentemente de la ruta que promete. Y a este esfuerzo deben sumarse los ciudadanos que detecten esta desinformación. Deben hacerlo escribiendo como algunos columnistas lo han recomendado por años —Aldo Mariátegui fue el primero— escribiendo a los editores educada pero firmemente y mostrando con lógica las falacias imperdonables.