OpiniónDomingo, 9 de abril de 2023
Libertad, asediada, por Víctor Andrés Belaunde Gutiérrez

En los últimos tiempos, cada vez con más estridencia, se acusa a quienes defendemos el estado republicano de derecho, la separación de poderes o la economía (social) de mercado, de ser fachos o extremistas de derecha.

Los más entusiastas difamadores, dignos imitadores de Orwell, son los verdaderos fascistas. Luego hay los que parlan cual loros repitiendo con poca comprensión y mucho desconocimiento lo que dicen otros. El fascismo es un hijo putativo del socialismo, una herejía del marxismo, como, si mal no recuerdo, la describió el historiador británico Paul Johnson.

Los marxistas clásicos consideraban que las clases socioeconómicas eran el gran principio ordenador de las cosas y la lucha entre estas el motor de la historia. Una filosofía de suma cero, lo que obtiene la clase media, burguesía, es a expensas de la clase trabajadora y esta última debe sojuzgar a las demás, eliminándolas, siempre bajo la dirección de una vanguardia iluminada.

Esta vanguardia no la integran trabajadores proletarios sino burgueses ilustrados, que así pueden mandar despóticamente sobre todos los demás. Cualquier parecido con nuestra realidad, no es coincidencia. Obviamente eso que dice nuestra Constitución, que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado, para los marxistas, nada que ver.

Los fascistas comparten esta visión de suma cero y el concepto central de sojuzgar a las personas, haciendo súbditos de ciudadanos. Lo que dejan de lado es ver a la clase social como el principio fundacional. Toman otros, la nacionalidad y la raza. Esto era especialmente potente en la Europa de los años 20, amenazada por los intentos soviéticos de exportar leninismo, que tenía una visión internacionalista en su celo revolucionario y hambre de sangre burguesa.

Para los fascistas, cualquier nivel de libertad económica es un despropósito. Los empresarios están para obedecer al Estado y los sindicatos también. No ven la necesidad de confiscar abiertamente los activos económicos y los medios de producción cuando, simplemente, dominas a sus poseedores.

De esta manera, además, las clases medias y empresariales, aterradas de correr la suerte de sus pares rusos (o sea fusilados o en un campo de concentración de Siberia), se les entregaban. Esta dinámica fue fundamental para el surgimiento de Mussolini en Italia y Hitler en Alemania. Claro que los empresarios que vanamente confiaron en la protección de estos fueron fagocitados por los estados totalitarios.

Han pasado los años y los distintos socialismos atacan de nuevo. No sólo los jurásicos que asedian en el Perú, con el tonto apoyo de nuestros Mencheviques locales, los progres, despectivamente apodados Caviares.

El fenómeno se repite en otros lares, en sociedades adelantadas incluso, donde piden sacrificar la libertad por algún bien supuestamente superior, el medio ambiente por ejemplo.

La prensa reporta que, en su carta anual a los accionistas, el CEO del banco JP Morgan, señor Dimon, defiende la aplicación de la doctrina jurídica del “dominio eminente” que en Estados Unidos faculta expropiaciones exprés de bienes privados, con el objeto de facilitar medidas contra el cambio climático.

Al mismo tiempo, voceros del Foro Económico Mundial de Davos, esa especie de CADE global tan publicitada, promueven visiones en el que las personas comunes y corrientes son dueñas de NADA, no son propietarios sino meros inquilinos, y, en el que las facultades de los gerentes se imponen a los deseos de los accionistas. Quieren regresarnos al medioevo, ¡Qué progresistas!

También se han popularizados las ESG – Lineamientos Socio Ambientales – por muchos de los grandes fondos de inversión, dejando de lado su deber de priorizar retornos para sus inversionistas y se dedican a la política, fijándose en los temas de moda.

Fenómeno curioso, los ejecutivos de las grandes empresas del mundo renuncian a su libertad empresarial para perseguir fines políticos. Lo que relato en este artículo es un pequeño ejemplo de mega tendencias, que, si se mantienen y no son revertidas, pueden llevar a desenlaces parecidos a los de Alemania Nazi o la Italia Fascista, no tanto en el aspecto bélico, pero sí respecto del sojuzgamiento por nuevas e insidiosas formas de totalitarismos. Una noche oscura amenaza a la libertad.

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