OpiniónViernes, 26 de mayo de 2023
Del pedestal a la controversia, por María José de Piérola
María José de Piérola
Estudiante de derecho

En el año 2021, durante las primeras etapas de una sorprendente vuelta electoral, se dio a conocer al candidato que desempeñaría un papel protagónico en uno de los capítulos más oscuros de la historia del Perú. Pedro Castillo, un sindicalista y político novato, presentó a los medios de comunicación a su equipo electoral tras su victoria. Entre ellos se encontraba su vicepresidenta, Dina Boluarte, una mujer de 58 años, abogada y con maestría en Derecho Notarial y Registral, originaria de Apurímac.

Boluarte se vio envuelta en su primera controversia el 11 de abril, cuando hizo el siguiente comentario en una conferencia de prensa:

“Somos un partido de izquierda socialista, buscamos el cambio a través de una constitución porque vamos a devolver la esperanza (…) vamos a cambiar la estructura económica del país, en el sentido que el Estado empiece a asumir su rol como Estado, que regule el mercado y no al revés, que el mercado regule al Estado. (…) La clase media acomodada limeña seguramente dejará de ser clase media acomodada, debemos darnos cuenta de que el Estado está ausente”.

Este comentario generó gran preocupación en la capital sobre el futuro de la presidencia. Sin embargo, el 28 de julio de 2021, Pedro Castillo fue nombrado presidente del Perú, consolidando la victoria de Perú Libre. Como si fuera una profecía del Antiguo Testamento, comenzó una época de turbulencias: el dólar alcanzó niveles históricos, políticos vinculados a grupos terroristas y admiradores de Hitler ocuparon altos cargos, entre otras maldiciones.

Mucho ha cambiado desde entonces, casi dos años después y después de un intento fallido de autogolpe, Pedro Castillo se suma a nuestra vergonzosa lista de presidentes encarcelados y procesados. Por supuesto, en su momento, Boluarte aseguró que si Castillo dejaba el cargo, ella renunciaría. Hoy en día, se desempeña como la primera presidenta del Perú, y sus mayores enemigos políticos son aquellos que la votaron.

Aquella que alguna vez fue adorada por la izquierda como una mujer andina educada, venerada por sus logros académicos y sus posturas políticas, ahora se enfrenta a un descontento masivo. Aquellos que la glorificaron en el pasado ahora exigen su renuncia, tachándola de usurpadora y asesina debido a los fallecimientos ocurridos durante las protestas en su contra.

Por otro lado, los insultos que recibe varían según cómo se tildaba a sus homólogos. "Fea", "Mostra", "Gorda" y otros adjetivos despectivos reservados para mujeres en política, especialmente para aquellas que desobedecen al izquierdismo oficialista. Curiosamente, no se atreverían a utilizarlos ni a hacer comentarios sobre el aspecto físico de una mujer andina de izquierdas que cumpla con sus expectativas. Dina Boluarte no ha cambiado, ni ideológica ni físicamente. Nunca fue una política ni expresó su deseo de serlo más allá de ser un títere de Perú Libre. Siempre ha mostrado ignorancia en cuanto a las formalidades políticas y legales, como por ejemplo, al negarse a renunciar a RENIEC hasta 9 meses después de su elección.

Mi mensaje para aquellos que votaron por Perú Libre, pero ahora claman por un terremoto político, un genocidio a la democracia y un desorden constitucional es lo que el apóstol Pablo escribió: "Recuerden esto: el que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará". El poder que Dina Boluarte disfruta hoy en día se lo entregaron ustedes mismos en bandeja de plata, y no hay partido político, alianza o movimiento al que puedan atribuir su victoria más allá de sus propios votos.

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