¿Puede una máquina simular el pensamiento humano? Alan M. Turing (1912-1954), el padre de la computación y la informática planteó en 1974 la pregunta en el National Physical Laboratory y posteriormente en 1950 en un artículo titulado Máquinas computadoras e inteligencia. Turing entendía que una máquina “piensa”, en la medida en que su interlocutor humano, al comunicarse por escrito con ella, no es capaz de distinguirla de los demás interlocutores.
El acto de pensar en la filosofía aristotélica está determinado por la razón. Solo la razón deriva en un actuar racional, pensamiento reflexivo y crítico. Alma racional, dirá el estagirita, es la condición ontológica del hombre: el ser humano es racional y por eso es persona.
Bueno, partamos de esta premisa. Si yo soy persona porque pienso (“Pienso, luego existo”, Descartes), entonces la Inteligencia Artificial vendría a ser un oxímoron, una contradicción en sí misma. La inteligencia, por tanto, no puede ser artificial, solo humana. Y la artificialidad es de carácter derivativo, producto de algo. En consecuencia, el hombre debe de ejercer dominio sobre las nuevas tecnologías, sobre su creación, dándole dirección y propósito a través de la razón, sabiduría e inteligencia. Y frente a la libertad de crear nuevas tecnologías, también está la responsabilidad de prever sus posibles desencadenamientos. La IA siempre estará supeditada al obrar e interés del hombre. En conclusión, es el hombre racional quien limita o extiende las dimensiones de la IA. La pregunta es, ¿cómo configurar dichos límites?
Consejo aristotélico
Prudencia, aconseja Aristóteles para esta creciente revolución tecnológica. Una de las cuatro virtudes cardinales en su obra “Ética a Nicómaco”. La prudencia vincula la racionalidad práctica con el conocimiento requerido para realizar mejores elecciones en la vida diaria.
Una virtud que trae consigo el oportuno análisis. El hombre, entonces, podría preguntarse: “¿todo me es lícito? ¿todo me conviene?”. Aquí la persona deberá, a través de la razón, sostener sus respuestas hacia el mayor bien posible. Así, la libertad no es el ejercicio indiscriminado de actos, sino de actos razonados pensados hacia un bien supremo.
Los beneficios de la IA y su potencialidad pueden permitir grandes avances y soluciones, pero esto siempre estará en relación al uso que el hombre le quiere dar. Lo conveniente, pero para uso exclusivo de lo bueno.
Hoy, podemos mejorar la experiencia y satisfacción de clientes a través de sistemas de inteligencia artificial, como los chatbots. Con ello, las empresas optimizan procesos y recursos. Pero, ¿qué pasaría si tal implementación puede reemplazar el trabajo de un grupo humano?
En el sector manufacturero, por ejemplo, los robots están asumiendo las tareas repetitivas que antes realizaban los trabajadores de la línea de producción. Es previsible que el uso de la IA para estas tareas se extenderá a muchas otras áreas. Esto significa que tenemos que pensar en cómo desarrollar una sociedad con menor necesidad de trabajo humano, pero que capte o adquiera los beneficios de la productividad y los transfiera a las personas. Este es el reto.
La siguiente cita de Peter Singer ilustra la situación: “No deberíamos dar por sentado que la evolución está guiada por algún tipo de providencia para alcanzar los mejores resultados éticos. Podríamos imaginar mejores resultados: humanos más inteligentes, altruistas y compasivos, por ejemplo. Tal vez sea eso lo que necesitamos hacer para proteger el futuro de la humanidad”.
La finalidad es el bien
A partir de esto habría que preguntarse si la IA será capaz, a través de la ética del hombre, de traer consigo beneficios para la humanidad.
Estas cuestiones éticas se avecinan y la prudencia como virtud ética establecerá el futuro de estas prácticas. Se nos presentan un sinnúmero de interrogantes sobre lo que debemos hacer con la tecnología para el futuro. El ideal es lograr una mejor vida, más equitativa y que ayude a los menos favorecidos. El mayor bien, diría Aristóteles, es la búsqueda primordial del hombre.
¿Seremos esa generación que usará la IA como un medio o como un fin en sí mismo? Si somos lo suficientemente prudentes elegiremos con cautela nuestras acciones. De lo contrario, nos arrepentiremos de un futuro que no deseamos.