Siempre se ha dicho que el uso de la violencia es el camino para lograr determinados objetivos en la humanidad. Es más, se ha "sustentado" en el último siglo que "la violencia es la partera de la historia" (según Marx), para darle condición de verdad universal, lo cual no es cierto. Hoy en día, donde hay violencia social, ya no es por necesidades sociales, sino por exigencias políticas de toda índole. En Perú ha quedado claro que quienes azuzan la violencia no lo hacen por las necesidades de la gente, sino por agenda política.
La violencia que vivimos en Perú, Chile o en París no tiene el propósito de permitir el desarrollo de ninguna sociedad, sino todo lo contrario, es para destruir una sociedad. Los social-comunistas progresistas en Perú, que buscan alcanzar una sociedad utópica, o los migrantes musulmanes franceses, como dijo ayer Fernando Rospigliosi en "Expreso": "El asunto es que muchos de esos migrantes no se integran al país que los acoge (como sí ocurrió con migrantes alemanes, irlandeses, italianos, polacos, etc., en los EE. UU. en los siglos XIX y XX), sino que se encierran en su propia cultura, religión y tradiciones. Peor aún, pretenden imponerlas al resto. Pero eso sí, exigen, a veces con violencia, ayudas y todos los beneficios que les puede proporcionar el país que los acoge, y cuyas leyes y costumbres no respetan". Es clarísimo.
Por otro lado, respecto a la violencia como partera de la historia, es comentada por el analista y docente español Vicente Hueso García, quien se refiere al libro escrito por el filósofo norteamericano de origen japonés, Francis Fukuyama, "El fin de la historia y el último hombre", sosteniendo lo siguiente: "El deseo de reconocimiento por parte del hombre en general y de las distintas sociedades en particular ha sido el origen de la tiranía, del imperialismo y del dominio; Fukuyama demuestra que la democracia ha sabido transformar el reconocimiento personal, fuente de conflicto, en un reconocimiento universal, mejorando la convivencia de la sociedad en general". El precursor de los cambios sociales entonces es la necesidad de reconocimiento, más que la violencia en sí misma. Hoy, no será distinto ni en América ni en Europa.
Pero los tiempos han cambiado y los ciudadanos del mundo, en su gran mayoría, han entendido que la democracia es el mejor sistema para una convivencia pacífica. La democracia como sistema político supera ampliamente al socialismo, el comunismo y al socialismo del siglo XXI, por una razón fundamental: las libertades. La democracia no es perfecta, pero es perfectible. Los social-comunistas-progresistas (o trilogía roja) no son perfectos, pero ellos creen que sí, esa es su tragedia y es la diferencia, más aún si para lograr estos propósitos promueven la violencia utilizando todos los medios posibles, incluso los tecnológicos.
Los conflictos sociales promovidos hoy en Perú no resolverán nada, no habrá "cambios en la historia", ni "grandes transformaciones". Solo se transformarán aquellos que trafican con este discurso cavernario, como hemos visto, con millones de dólares producto de "estirar la mano" a los ricos engañados o con una posición equivocada, para enriquecer a quienes "disfrutan" de hacer discursos contra la pobreza desde sus cómodos muebles de sus ONG. Afortunadamente, hoy han quedado expuestos.
Quienes creemos en las libertades (personales, económicas y políticas) tenemos la responsabilidad de defender a la nación peruana de aquellos que viven pensando en las próximas elecciones y en hacerse con el poder, y no en las próximas generaciones. Es hora de ponerlos en evidencia, que emerjan de la oscuridad de sus pretensiones y que los ciudadanos evalúen si quieren seguir siendo engañados, azuzados, inducidos u obligados a tratar de conseguir con violencia lo que no pueden lograr por la vía democrática, o si realmente prefieren las libertades y sus imperfecciones. No olvidemos que los conflictos sociales son un medio, no un fin. ¡Piénsalo! ¡Sí se puede!