Vladimir Putin, el ídolo de la izquierda Castillista, siempre ha gozado de una admiración casi reverencial.
Vladimir Cerrón le ha dedicado varios textos en la página oficial de su partido, donde destaca lo logrado en Rusia bajo sus órdenes. Además, cuando estalló la guerra entre Ucrania y Rusia, Guido Bellido, con evidentes símbolos de no estar enterado totalmente de la situación, defendió el actuar de Putin afirmando que fue la decisión correcta. “Nosotros consideramos que la OTAN siempre ha tomado a Ucrania como punto estratégico para el tema geopolítico”, declaró en marzo de 2022.
Grupos de izquierda han pedido en reiteradas ocasiones la intervención del mandatario autocrático en el Perú por diversas razones. Primero, para apoyar a Castillo, luego para no reconocer a Boluarte, y ahora, para que junto con Corea del Norte envíen tropas a invadir Perú. De película.
Esta peculiar petición fue la respuesta a las resoluciones legislativas que autorizan el ingreso de unidades militares de Estados Unidos y Japón al Perú. Obviamente ignoran que este ingreso obedece a fines de entrenamiento de nuestras Fuerzas Armadas. No es nada novedoso. Es una práctica que se viene realizando por décadas en el país, incluso durante el gobierno de Castillo. Pero por alguna extraña razón ahora que Boluarte está en el poder es una amenaza contra la democracia y la soberanía nacional. Sus pajas mentales ya no sorprenden.
Siendo muy propio de su comportamiento confrontacional y como si se tratase de un juego de guerritas, invocaron a los rivales políticos de ambos países. Además, con las conductas estrafalarias que los caracteriza, los castillistas se apersonaron con Wiphalas, cascos tácticos y pancartas pro Putin a la embajada de Rusia pidiendo que ingresen al país. Incluso dijeron que era “el presidente más humanitario”. La ignorancia es capaz de lavarle la cara a los más mercenarios. ¿Vladimir Putin escuchará sus plegarias abandonando la guerra con Ucrania para venir a Perú?
Aunque estos sectores sean de una izquierda más tradicional, siguen compartiendo con sus amigos progresistas el rechazo a la dictadura de Alberto Fujimori. Sin embargo, como no es de extrañarse de personas cuyo norte político es la oposición a una persona, obvian los excesos y abusos extremos que Putin ha cometido en sus más de veinte años de poder en Rusia.
Los fanáticos del chotano están desentendidos de la realidad. Y no lo digo solo porque seis meses después sigan sosteniendo que se perpetró un golpe de Estado contra Castillo o porque hayan creído los argumentos estúpidos e incongruentes de su defensa, como que estuvo dopado o lo amenazaron de muerte para dar ese ya conocido mensaje a la Nación; sino porque desconocen la conducta abusiva y oprimente con la que ha actuado Putin contra sus opositores. Estos tienen distintos destinos, dependiendo de su suerte y del nivel de ofensa al mandatario ruso.
Por ejemplo, tenemos a Anna Politkovskaya, periodista de investigación de ‘Novaya Gazeta’, uno de los pocos medios valientes del país que no escatimaba en señalar la corrupción del Kremlin. En el año 2006 fue baleada en el ascensor del edificio donde vivía en circunstancias extrañas que dejaron sospechas de que había sido por encargo.
Ante esto, el ex espía Aleksandr Litvinenko acusó a Vladimir Putin de haber ordenado el asesinato a la periodista. Dos semanas después de su gracia, tras reunirse con dos ex colegas de la KGB, fue envenenado con radionúclido polonio-210, uno de los más letales de su clase, falleciendo unos días después.
Obviamente esta información que está al alcance de todos no llegó a los lápices que mendigan ayuda de Rusia y sus aliados. O tal vez sí, pero como es típico de ellos, buscarán negar la realidad. Después de todo, no se puede esperar congruencia de la izquierda peruana. Además, así se hace en la madre Rusia.