Hoy quiero compartir un fenómeno tan común como predecible en la izquierda peruana: el "whataboutism". Sí, esa habilidad especial para desviar la atención de los problemas propios y señalar con dedo acusador a los demás. ¿Y quiénes son los principales maestros de esta técnica retorcida? Nada menos que los caviares, esos defensores de la pureza moral y los valores progresistas.
Comencemos con el caso del exprocurador humalista Julio Arbizu. Un par de periodistas deportivos hicieron un comentario irrespetuoso sobre su falta de higiene personal, y ¡oh sorpresa!, Arbizu y su estudio de abogados saltaron denunciando un acto racista. ¿En serio? ¿Un comentario sobre la falta de baño es racismo? Bueno, tal vez Arbizu debería recordar que muchos peruanos compartimos su tono de piel y no nos llaman sucios. Algo de correa no le hace mal a nadie.
Pero la coherencia no es el fuerte de Arbizu. En un video del 2020, se refirió al partido de López Aliaga como "cilo del fujimorismo". ¡Qué respetuoso! Además, si revisamos su perfil de Twitter, podemos darnos cuenta que su victimismo exacerbado solo es una fachada, pues nos encontramos con insultos hacia otras personas, burlas por su apariencia física, lenguaje soez e incluso mentadas de madre. En fin, no somos nadie para juzgar, ¿verdad? Al menos nos queda claro que el racismo es malo, ¡pero solo cuando nos conviene!
Continuemos con el caso del tuitero Martin Scheuch, quien se refirió al general PNP Óscar Arriola como "gorila". Aquí no hubo escándalo mediático, ni indignación generalizada. Algunos incluso justificaron el insulto, buscando interpretaciones alternativas. Parece que el insulto racial no es tan malo cuando apunta hacia la apariencia de alguien que no les gusta. ¡Relativicemos todo!
Pero la noticia de la semana fue la reunión entre el Ministerio de Cultura y "La Resistencia". ¡Twitter explotó! Todos asegurando que era denigrante que un ministerio se reuniera con un grupo extremista y violento. Y sí, durante mi tiempo como reportero pude comprobar que es cierto que "La Resistencia" vive del amedrentamiento y tiene un talante antidemocrático. No dialogan, solo gritan, se dejan llevar por teorías de conspiración y algunos hasta hacen apología nazi.
Pero, atención, no son más que unas treinta a cincuenta personas, que tienen en sus filas adultos mayores y mujeres. Por lo tanto, no estamos frente a los próximos casacas negras, pero eso no impide que los rechacemos totalmente.
Pero aquí viene lo más interesante. ¿Han escuchado el término "La Pestilencia"? Bueno, así es como muchos se refieren a "La Resistencia". Un insulto a la apariencia y procedencia socioeconómica de sus miembros. ¡El clasismo/racismo sí es válido cuando se trata de aquellos que no siguen nuestra corriente ideológica!
Pero lo más sorprendente es la falta de preocupación por los vínculos de Pedro Castillo con grupos azuzadores como Ágora Popular o el hecho de que haya tenido ministros vinculados al terrorismo, como Íber Maraví. No, eso no importa. Pero bastó una reunión con "La Resistencia" para que algunos corrieran a alertar incluso con tweets en inglés al mundo entero sobre cómo nuestra democracia peligra con estos "extremistas de derecha".
Para finalizar, quiero compartir algo que un colega publicó en redes sociales y que me dejó pensando. Los grupos de izquierda y caviares se negaron a marchar contra Pedro Castillo porque ahí también estarían los "políticos viejos de siempre". ¡Qué asco marchar al lado de un viejo conservador! Pero ahora, en oposición a Dina Boluarte, algunos están considerando participar en marchas lideradas por terroristas. ¿Qué clase de distopía vivimos, donde prefieren marchar con terroristas antes que con los políticos del "establishment"? Definitivamente, su sistema de valores es muy cuestionable.
En fin, la doble moral de la izquierda peruana y los caviares es algo digno de estudio. Ellos se creen los dueños de la moral. Pero no nos dejemos engañar, no podemos esperar mucho de aquellos que creen tener el monopolio de la moral.