EditorialViernes, 28 de julio de 2023
Oportunidad de reflexionar

Nuestro país conmemora con orgullo 202 años desde aquel histórico momento en el que el general José de San Martín, nacido en Argentina y con una imponente trayectoria militar en España, proclamó la independencia en varias plazas de la capital. Con palabras inmortales, declaró: "Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende". El acta de independencia, previamente redactada y firmada, expresaba la decidida voluntad del pueblo peruano de liberarse de la dominación española y de cualquier otra extranjera, bajo la guía del general en jefe del Ejército Libertador.

Desde entonces hasta nuestros días, pasando por 8 o 9 generaciones, el suelo peruano ha sido testigo de avances y retrocesos en el cumplimiento de las promesas emancipadoras. No obstante, es innegable que vivimos en condiciones sociales, sanitarias, económicas, tecnológicas y políticas superiores a las de nuestros ancestros.

Aquella generación fundadora de la República fue sucedida por otras que se esforzaron en consolidar lo que se había iniciado en 1824; es decir, aprender a ser "independientes" tras romper los lazos políticos con el reino de España. Sin lugar a duda, ha sido y sigue siendo un camino lleno de desafíos. Incluso hay momentos en los cuales el retroceso parece largo, penoso y vergonzoso.

Sin embargo, fechas como estas nos invitan a reflexionar sobre lo bueno y lo malo de nuestra peruanidad. A pesar de las observaciones pesimistas que algunos hombres brillantes puedan hacer sobre nuestra realidad, es la voluntad la que nos anima a ver con optimismo el futuro de nuestro país, un futuro que también es presente y pasado, pues lo que hemos sido moldea lo que somos y será el punto de partida para lo que seremos.

En este contexto, uno de los elementos que más nos enorgullecen es el legado del Gran Almirante del Perú, Miguel Grau, una figura que ha trascendido el tiempo y el territorio para convertirse en un símbolo universal. En el día previo a la conmemoración de la Independencia, el 27 de julio, celebramos su onomástico. Hijo de un cartagenero que llegó al Perú como parte de las fuerzas auxiliares colombianas enviadas por Simón Bolívar en 1823, Miguel Grau cumplió con su misión de contribuir, desde su posición cotidiana, a la consolidación de la obra iniciada por los compañeros generacionales de su padre. Su legado va más allá de lo marítimo y lo militar; es un ejemplo paradigmático de nuestra identidad como peruanos, capaz de unir a opuestos, conciliar diferencias y resaltar la verdadera vocación de servicio. No es casualidad que su nombre se repita en parques, calles, colegios y plazas en todo el territorio nacional, así como en numerosos lugares del mundo a través de avenidas, calles y bustos en más de 25 países. Su reconocimiento y la aspiración de seguir su ejemplo son excepcionales.

En estos días festivos, no solo tenemos la oportunidad de descansar, sino también de reflexionar profundamente sobre lo que deseamos ser como nación. La gran tarea pendiente en estos 202 años ha sido la de crear una sociedad próspera, independiente, que haya roto cualquier cadena y viva en libertad. A pesar de los constantes baches, sigamos haciéndolo realidad, ¡Felices Fiestas!

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