OpiniónMartes, 5 de septiembre de 2023
El feminismo no es la mujer, por Dante Wong
Dante Wong
Filósofo

Una de las preguntas fundamentales de la democracia es: ¿Quién es merecedor de representación? Desde el inicio de la democracia liberal este ha sido el modelo que, llamándose democracia, se distingue del modelo ateniense en cuanto a representatividad respecta. En Atenas no existía la idea de representatividad, solo sufragio ciudadano. Entonces, ¿Quién representa a la mujer en una democracia? ¿Es la mujer –como grupo humano separado de los varones– un quién políticamente valido? Dicho en otras palabras, ¿Necesitan las mujeres representación política, puesto que su día a día amerita que los políticos se encarguen de ellas? Se aduce que la mujer ha sido explotada y dominada por lo que se denomina el patriarcado. Ahora, ¿qué es el patriarcado? ¿Es válido hablar de dominación del hombre hacia la mujer de forma sistemática a lo largo de la historia?

He lanzado una serie de preguntas que no podré resolver en su totalidad. Aun así, quisiera empezar por hacer un comentario sobre una de las más famosas feministas “Simone de Beauvoir” y su famoso termino: el patriarcado. Hay que recordar qué de Beauvoir, quien fue pareja –más intelectual que carnal– del célebre filósofo Jean-Paul Sartre, usa el término patriarcado prestándoselo del antropólogo cultural Claude Lévi-Strauss. Lo central que recoge de Beauvoir es la idea, según la cual la cultura, es decir, la transformación de la naturaleza –el trabajo– es más importante que la naturaleza. Históricamente, los hombres serían los encargados de custodiar y desarrollar la cultura, mientras que las mujeres se limitarían a labores de orden estrictamente natural; paradigmáticamente, la reproducción de la especie. Dicho brevemente, la mujer no participa del trabajo y esto la pone en una situación de desprestigio y vulnerabilidad. Para la filósofa del feminismo, la meta a alcanzar es llevar a la mujer plenamente al ámbito de la cultura, estructuralmente dominada por los hombres. Solo así, se podrá garantizar un futuro libre para las mujeres.

Este modo de pensar ha creado una mentalidad antinatalista y virilista acerca del rol de la mujer en el mundo. La mujer debe dejar la maternidad y asemejarse al hombre, quien es el modelo de la plenitud humana. De Beauvoir no estaba pensando en que las mujeres hagan labores “proletarias” como ser mineras, excavadoras de pozos petrolíferos, etc. Ella quería mujeres escritoras, políticas, científicas. Su visión del futuro de la mujer, a pesar de ser ella militante comunista, era burguesa. Es más, para ella, las mujeres conforman una clase social, entendida a la manera de Marx, es decir, la mujer es la clase oprimida y el hombre, la clase opresora. A partir de esta idea, es entendible el concepto de sororidad que es de cuño marxista. Si la mujer se ilumina por el descubrimiento de la verdad de su condición de oprimida, entonces formará sororidad con otras mujeres. Así, se hará una revolución, mediante la cual, la mujer dejará sus cadenas.

En este momento, quisiera poner sobre la mesa mis dudas al respecto. Me parece que pensar sobre las mujeres como un grupo que vive una opresión común es absurdo. ¿Qué tiene de parecido la vida de una mujer campesina de los andes con la profesora de un colegio privado o una congresista de la República? Los grupos humanos los conforman tanto hombres como mujeres, nunca únicamente mujeres o únicamente hombres. Asimismo, estos grupos pueden entrar en conflicto con otros, pero siempre serán grupos mixtos. Asimilar la condición de la mujer a la de clase social oprimida es simplemente absurdo. Es verdad que existen estereotipos que encasillan rígidamente los roles de género. Sin embargo, en lo fundamental hay mujeres con distintos niveles de ingreso, cultura, educación, inteligencia, posición social, etc. Esto crea fisuras y diferencias mucho más grandes que las existentes entre hombres y mujeres.

Es lamentable la politización de la mujer por parte de los grupos feministas. El feminismo es una ideología no una verdad absoluta. Es un modo de ver las cosas que no puede ni debe imponerse a todos por igual. Es legítimo ser feminista, pero no es legítimo pensar que el feminismo es la única voz que representa genuinamente a la mujer. No todas las mujeres son proaborto. No todas las mujeres ven opresión sistemática en algo tan simple como que un hombre le abra la puerta a una mujer. Dicho en breve, el feminismo no es la mujer. Entender qué significa existencialmente ser mujer es mucho más rico y profundo que las ideas cortas de mira y simplistas del feminismo.

Hay quien dirá que hay muchos feminismos y que algunos son buenos y otros malos. Afirmo que el feminismo es la búsqueda de una nueva mujer que no se parece ni a la Eva del Génesis ni a la Virgen María. Esta ideología participa del mito del hombre nuevo que se origina en la Ilustración. Cree mitológicamente que los problemas de las mujeres desaparecerán con el derrumbamiento del “patriarcado”, término concreto y científico, pero usado de las maneras más vagas posibles. El feminismo es intrínsecamente revolucionario en el mal sentido de la palabra. Promete algo que nunca se cumplirá, porque nunca se cumplió ni para los revolucionarios soviéticos, los marxistas-leninistas. La mujer no es una clase social que necesite representación política. No hay la mujer oprimida, hay mujeres, individuos cada uno con sus propias características y valores.

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