Mis primeros acercamientos a la política internacional se dieron durante mi primer ciclo en la universidad. Aprovechaba los huecos que tenía entre los desastrosos horarios típicos de los cachimbos para buscar hacer algo productivo. Fue de esta manera que me adentré en diversos temas interesantes del momento: el referéndum en Cataluña, las elecciones de Estados Unidos de 2016, la irrupción de Emmanuel Macron como el joven presidente de Francia, la polémica del Brexit, entre otras cosas.
Una de las fuentes de inicio siempre era Wikipedia, para dar con los partidos políticos del momento y adentrarse en conceptos técnicos e históricos desconocidos.
Al ser una enciclopedia de formato Wiki (tipo de sitio web colaborativo que permite a los usuarios crear, editar y colaborar en la creación y gestión de contenidos de manera sencilla y colaborativa), siempre fui consciente que el empleo de esta herramienta debía de ser el punto de partida y no de llegada. Sin embargo, algo que captó mi atención fue la gran diferencia que hay en las páginas de ciertos personajes.
Si veía la página del entonces candidato Donald Trump, solían usar definiciones negativas y algunos adjetivos a su persona, señalando sus “posturas radicales” respecto a temas algo sensibles en el momento como la inmigración ilegal o la discriminación a los afroamericanos. No era el mismo caso con la candidata Clinton, quien, a pesar de la mala fama ganada durante su cuestionable manejo de la secretaría de Estado de dicho país y muchas otras controversias, se reflejaba como una persona correcta y capaz de asumir la presidencia de los Estados Unidos, además de ser la primera mujer en la historia en convertirse en candidata.
En ese entonces, me dejó una extraña sensación el ver el sesgo con el que aparecía la información en Wikipedia. Pasan los años y la situación sigue igual. No solo en artículos internacionales, sino también de nuestro país. Por lo tanto, invito a los lectores a hacer el siguiente ejercicio con los artículos de Wikipedia que desee, del país que más le parezca. Solo hay una condición: que compare partidos políticos, autoridades o políticos de sesgos opuestos.
Si, por ejemplo, uno busca la página del partido Avanza País, se puede encontrar con alusiones interesantes respecto a su postura política. En primer lugar, mencionan que es un partido de derecha. Más adelante, se puede ver que incluyen algunos adjetivos aludiendo a su tendencia, como “extrema derecha”, a pesar de ser el partido del frente democrático más moderado ideológicamente. Además, hacen mención del movimiento “Con mis hijos no te metas”.
Otra historia es si uno revisa la página del movimiento Nuevo Perú, liderado por Verónika Mendoza, donde en el apartado ideológico los tratan como moderados a pesar de las diversas polémicas en las que estuvieron envueltos, ya que tuvieron a personajes como Roberto Sánchez, quien es investigado por ser coautor del golpe de Estado. Pero ni una señal de eso. Ideológicamente son retratados como “centroizquierda” en lugar de “izquierda” o “extrema izquierda” por su agenda de impulsar una nueva Constitución.
Los ejemplos están presentes en toda la web y el mensaje es claro: si es de derecha o representa a la derecha, siempre habrá adjetivos, descalificaciones, controversias, señalamientos y más. Si es de izquierda, se les puede presentar como moderados. Salvo ejemplos extremos, radicales e indefendibles como es el caso de Nicolás Maduro y el gobierno de Venezuela o grupos terroristas. Con esto, no estoy diciendo que las figuras de derecha son impolutas y las de izquierda son lo peor. Simplemente hago la observación de que las definiciones no son proporcionales.
Varios autores ya han hecho referencia a la frase “Quien controla el lenguaje tiene el poder”. Es justamente lo que estamos viendo. A punta de calificativos, ambigüedad en definiciones y medias verdades se quiere inclinar la balanza de las simpatías ideológicas hacia un lado. Pero lo peor, es que poco o nada se ha hecho desde este lado para hacerle frente.