La historia que nos contamos. Una mujer de 29 años rememora junto a su psicólogo el abuso que ella sufrió con tan solo 4 años. Su perpetrador, su hermano mayor de 6 años. Ella creció bajo la sombra de este episodio, asustada, vulnerable, con un rechazo evidente hacia los hombres. Una memoria cruda que laceró su vida y su espíritu.
El psicólogo la miró en cierto momento y le preguntó lo siguiente: “¿has visto últimamente a un niño de 6 años?”. Le explicó que cuando tienes 4 años un niño de 6 es un adulto, pero cuando tienes 29 un niño de 6 es tan solo eso, un niño. Frágil, inconsciente, vulnerable. El terapeuta permitió ver, revivir y analizar la situación desde otro punto de vista. Estos pequeños fueron, evidentemente, mal cuidados, desprotegidos. Ellos solo actuaron como lo que eran, no hay responsabilidad o culpa en ello. Aquella narrativa se convirtió en un alivio para ella, porque comprendió que su vulnerabilidad se enraizaba en su condición, lo que la llevó a ser más compasiva y amable con ella, comprendiendo que no tuvo las herramientas cognitivas ni éticas para formarse una idea de lo que representaba dicha escena.
Lo interesante fue que cuando su terapeuta le sugirió a la mujer esta nueva versión de su memoria, trajo consigo una luz diferente. Se alumbró un nuevo camino. Es decir, salió del consultorio con una memoria, diferente que aquella con la cual había ingresado. Es extraño, pues uno creería que el pasado está hecho, arreglado, de una única forma. Pero no.
La memoria con la que se fue logró ser más útil para su comprensión y aceptación, lo cual es la liberación de un tormentoso pasado, pero no de su realidad fáctica, sino del hecho de cómo uno puede narrarse esas historias. Tenemos la idea de que la memoria es solo la presentación de hechos, que es verdad, pero no toda la verdad. Mayor certeza se aloja en la reflexión en que la memoria es parte de nuestro proceso de adaptación y comportamiento en el mundo. Es como dibujar un mapa, porque lo que quieres averiguar es cómo lograr cruzar el mundo de la mejor manera; buscar transitar la vida de la mejor manera posible, eso es lo deseable. El propósito de la memoria es eso: crear mapas de ayuda para el futuro.
¿Para qué recordar? Para lograr extraer del pasado información útil para el futuro. Para aquella mujer, esa nueva memoria correspondía ser una mejor manera de abordar su futuro. Pues, ya no tenía que ser solo aquella niña de 4 años, sola y desprotegida, sino acompañada por la mujer de 29 años que era en el presente. Lo apropiado en este caso fue para ella verse con más comprensión y, con la madurez de una mujer, aceptar lo sucedido, darse una palmada y salir airosa. Es decir, se contó la verdad de ese hecho, pero de diferente forma. El pasado no cambia, pero puedes cambiar tú en cuanto a cómo lo ves.
- ¿Por qué la memoria de mi pasado no me deja? -
La memoria que nos acompaña es la que inspira lo que debemos ser, pero también es aquella que nos retrae a nuestros lugares más fríos e indeseables. Pero aquí una clave clínica para enfrentar los miedos y fobias: exponerse a ellas. Cuando ves y compruebas que la idea que genera temor es tan solo un imaginario, recreas un nuevo mapa para transitar en la vida. Entonces, al estar frente a ese ascensor, por ejemplo, sabrás que no deja de ser un lugar seguro. Verás que es posible toparte en un supermercado con decenas de personas sin segregar adrenalina por la ansiedad social.
Por curioso que parezca, el aprendizaje y renovación de la memoria en cuanto a los miedos sucede, justamente, porque nada de lo que imaginas llega a pasar.
Finalmente, creemos que aprendemos a tener miedo, pero no es así. El temor está ahí, su realidad es cognoscible, pero aprendes a tener seguridad. Las fobias no se van, solo logras ser más fuerte.
¿Ves la nueva perspectiva? Todo depende de cómo te cuentas tu historia.
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