OpiniónDomingo, 8 de octubre de 2023
La frivolidad como política de Estado, por Santiago Carranza-Vélez

Mientras la reserva moral del Perú se dedicaba a vilipendiar al recientemente fallecido Nano Guerra-García, la congresista Rosselli Amuruz, compañera del difunto en la mesa directiva, se "toneaba" con delincuentes y asesinos en la fiesta de cumpleaños de su pareja, el excongresista Paul García. Mientras Rosselli tomaba y bailaba, la presidenta de la República, Dina Boluarte, estaba planificando su urgente viaje a Alemania e Italia, con visita al Papa incluida. Mientras Boluarte veía sus millas e ignoraba la Constitución, Rafael López-Aliaga, alcalde de Lima, hacía su enésima condecoración a un extranjero, el excandidato presidencial chileno, José Antonio Kast. Pocos días antes de que "Porky" hiciera una pausa en su abultada agenda de construcción y ejecución de políticas, una misión de 13 congresistas (el 10% del parlamento), encabezada por nada menos que Guillermo Bermejo, llegó a Rusia, todo pagado por el Kremlin.

Así, mientras nuestros políticos "juerguean", la economía peruana se contrajo un 0,4% en el primer trimestre y un 0,5% en el segundo (BCRP). Mientras nuestros políticos viajan, la PNP registra (solo registra) un promedio de 296 robos al día y alrededor de 3.000 homicidios al año. Mientras nuestros políticos "condecoran" (y construyen piscinas con arena), 3,3 millones de peruanos (10% de la población) no cuentan con agua potable y unos 6,4 millones (23%) no tienen conexiones de alcantarillado.

Mientras nuestros políticos dibujan penes en las votaciones del Congreso, construyen Huacos "eróticos", monumentos a la maca, a la ojota, al sombrero, a la muela, a la sirena y la miniestatua de la libertad, entre otras maravillas, el 40,09% de los niños entre 6 y 35 meses tienen anemia. Y así, mientras los problemas públicos se amontonan, se interrelacionan, se conectan, la frivolidad de los políticos es cada día más profunda.

Según la RAE, una persona frívola es una insustancial, veleidosa y ligera. Es decir, que no les presta atención a los problemas y se centra en lo ligero, lo sensual, como los viajes, las condecoraciones y las juergas... Todo menos la gestión de un país que se derrumba.

A la frivolidad sobre los problemas del presente, habría que agregarle la amnesia sobre el pasado reciente. Está claro que los políticos peruanos (y también los empresarios) parecen haber olvidado rápidamente que hemos tenido siete presidentes en siete años, que estamos en recesión, que hubo una pandemia y se incrementó en un 7% la pobreza, que hubo dos golpes de Estado (Castillo y Vizcarra).

Aquí no pasa ni pasó nada. La farra, los viajes, todo continúa. Pero no se dan cuenta del problema que incuban. La sociedad peruana ya eligió a un extremista, un improvisado, con nexos con el terrorismo, que cuando fue defenestrado emprendió una quema del país.

Les pregunto a nuestros políticos, ¿de verdad quieren que vuelva a ganar un extremista aún peor que Castillo? ¿Quieren que en una de esas "toma de Lima", lleguen a tomar la ciudad realmente?

Lo peor de todo es que ni les interese plantearse estos escenarios. ¡Qué importa! Mientras ellos se distraen en viajes, juergas y condecoraciones, el sistema sigue implosionando. No existe analista político ni tarotista que pueda predecir el desastre al que nos asemejamos.

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