El camino de la menor resistencia es no decidir. Que los problemas se resuelvan solos.Optar conlleva riesgos, por lo que muchos procrastinan en la esperanza que el problema quede superado por nuevas circunstancias. En el ámbito político este dilema adquiere grandes dimensiones pues las consecuencias sobrepasan el ámbito privado, afectando a naciones e incluso al mundo entero.
También es cierto que en ocasiones ciertas decisiones deben postergarse hasta el momento propicio. Durante la Segunda Guerra Mundial, FDR esperó que los EE.UU sean atacados por Japón y que la Alemania Nazi declarase la guerra, para que el país entrase unido a una guerra en la que su supervivencia estaba en juego.
Pues bien, los ataques salvajes de la agrupación Hamas perpetrados el fin de semana pasado son no sólo una afrenta al Estado de Israel, sino a todo el mundo civilizado. Las víctimas incluyen multitud de ciudadanos de diversos países, entre ellos dos peruanos.
Hamas es una organización fundada dentro de la Hermandad Musulmana, fuente de origen de todos los movimientos fundamentalistas islámicos.
Su carta fundacional (artículo 13) adoptada en 1988 señala: “Las iniciativas y llamados a soluciones pacíficas y conferencias internacionales violan los principios del Movimiento de Resistencia Islámica". A la vez, sus estatutos exigen el establecimiento de un estado palestino islámico que ocupe todos los territorios comprendidos entre el río Jordán y el mar, es decir sobre todo el territorio internacionalmente reconocido del Estado de Israel. También rechazan la partición de Palestina adoptada por Naciones Unidas en 1947 y la existencia misma de Israel, país al que denomina la “entidad Sionista”.
Es decir, el objetivo de Hamas es la desaparición del Estado de Israel. Respecto de los métodos a emplear, luego de lo presenciado la última semana, ya nadie puede engañarse. Si pudieran salirse con la suya, todos los habitantes de la región que no son musulmanes serían aniquilados con el mayor sadismo posible.
Desafortunadamente, amplios sectores de la población palestina apoyan a Hamas, habiéndolos electo en Gaza luego que Israel se retirará de ese territorio el año 2005. El apoyo no es unánime, pero el comportamiento de este grupo está respaldado en los hechos por una importante dosis de popularidad.
Frente a este difícil panorama, al Estado de Israel se le presentan tres posibilidades entre las que decidir.
La primera es la inacción o la resistencia pacífica. Es evidente que frente a un enemigo de esta naturaleza ello equivaldría a una capitulación y muerte segura.
La segunda posibilidad es lo que de alguna manera viene sucediendo desde la victoria israelí en la Guerra de los Seis Días en 1967. Esto es “administrar” el conflicto, buscando neutralizar y limitar el número y alcance de las acciones violentas cometidas por los “extremistas” palestinos. A favor de esta postura juega que se acotan las víctimas civiles de uno y otro lado. El costo es perennizar un conflicto que ya lleva más de 80 años. Implica condenar a generaciones de palestinos e israelíes a vivir en una guerra semi congelada que no se define y que no termina, los primeros condenados a la pobreza y desesperanza y los segundos a un estado bélico perpetúo que inevitablemente relativiza la moral.
La tercera posibilidad es buscar un enfrentamiento definitivo, donde finalmente haya claros vencedores y vencidos. En la Segunda Guerra Mundial, FDR, durante la Conferencia de Casablanca señaló como objetivo de guerra la “rendición incondicional” de las potencias del Eje (Alemania Nazi, Italia y Japón), como efectivamente ocurrió. Esto permitió extirpar el nacionalismo teutón y el imperialismo japonés desde sus raíces. Para ello Alemania se convirtió en campo de batalla, sus ciudades fueron arrasadas y fue completamente ocupada. En el caso de Japón, llovió fuego del cielo, llegándose a un clímax con el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. El precio en vidas humanas fue brutal, pero ambos países se convirtieron en democracias y baluartes de la Civilización Occidental.
Pareciera que Israel estaría optando por la tercera posibilidad. Si ese es el caso no debemos hacernos ilusiones respecto de los costos involucrados y de las muertes que vendrán.Sin embargo, en el supuesto que Israel decidiera por la segunda posibilidad, es decir, nuevas represalias limitadas, algo más duras que las anteriores, para luego retornar a un conflicto congelado o acotado; la sangría y sufrimiento continuarán indefinidamente, sin solución a la vista.
Terribles los dilemas de quienes tienen que decidir. Cualquiera que sea el camino que elijan, morirán inocentes. Pero no olvidemos que, en última instancia, el gobierno de Israel se debe a sus ciudadanos y es responsable de sus vidas. Los grupos que representan a los palestinos y controlan sus territorios son a quienes les corresponde velar por las vidas palestinas. El problema es que para estos últimos la vida de sus representados es una moneda de cambio, no teniendo embates en sacrificarlos inútilmente mientras persiguen sus sangrientas utopías.