OpiniónDomingo, 22 de octubre de 2023
La elegancia del rechazo, por Pancho de Piérola

María del Carmen Alva y Nieves Limachi instaron a los peruanos a elegir mejores congresistas para ocupar una curul en el próximo Legislativo. La primera es de Acción Popular y la segunda fue parte de Perú Libre y luego formó parte de Perú Democrático. Vaticino que ambas serán criticadas por estas declaraciones. Pero, ¿son justas las críticas?

El Congreso tiene una desaprobación de más del 90%. Es políticamente correcto despreciar al Legislativo. ¿Quieres recibir el apoyo de miles de usuarios desconocidos en las redes? Insulta con profundo odio a cada uno de los 130 congresistas y a sus madres, y serás aplaudido por corajudo y honrado con likes.

Alva y Limachi nada tienen que ver entre sí. Sus electores fueron otros. Diferentes ideas y visiones de lo que el Perú debe ser, pero algo tienen en común. A ambas las critican desde que asumieron como congresistas. Los votantes de una odian a la otra y viceversa. Prefieren sumarse al odio del todo que a la defensa de la parte.

"Todos los que no votaron como yo están mal" es el mantra del peruano soberbio. Ese elector abunda en todo el espectro político. "¿Cómo vas a votar por un rojo filosenderista?", "¿Cómo vas a votar por un neoliberal?", "¿Cómo vas a votar por un caviar?". Todo peruano se hace dos de las últimas tres interrogantes. Yo también. Ese 90% desprecia al Congreso por razones distintas y hasta opuestas. Sueñan con un Congreso de un solo color en un país con 25 partidos inscritos y contando.

Pero qué elegante es criticar a los congresistas. ¡Y a la política en general! "La política es una mierda" es una frase con la que uno puede participar y finiquitar una conversación sin desentonar por ignorancia. "Todos los políticos son corruptos", escuchaba decir, desde niño, a adultos que no querían quedar como ingenuos, engañados por esos malditos políticos a quienes habían crecido odiando porque es mejor rechazar con desprecio que proponer para corregir, so peligro de ser tildado de inocente o cómplice.

Qué fácil fue para ese infame lagarto capitalizar esa costumbre de desprecio a la clase política y dirigirla a una institución, para poder cerrarla y quedar como el héroe. Institución que siguen detestando, indiferentemente de quién la componga, porque el odio vive. El Congreso es la representación física del sistema. El sistema culpable de todos los males, desde la economía hasta el clima. Porque también es políticamente correcto culpar a los demás y no asumir responsabilidades. Hay que ser un facho para no culpar a los demás.

Ahora la reserva moral del Perú sale a gritar "dictadura parlamentaria". ¿Dictadura parlamentaria? Ojo, que estos son los caviares inmorales (valga la redundancia) que se autoperciben como intelectuales desde hace dos décadas. "Dictadura parlamentaria" es una contradicción, un oxímoron. La dictadura es el poder autoritario y absoluto que recae en una sola persona, respaldada por un partido único. ¿Cómo puede el parlamento, en su integridad, componer una dictadura? Ese Congreso de 130 personas, con 12 bancadas y 17 parlamentarios no agrupados es una dictadura. Así ha salido a gritar todo el aquelarre de progres del Perú.

Por años han declarado (porque un caviar no opina, sino que declara) que el Perú necesita políticos de consenso, congresistas dispuestos a dialogar y dejar sus diferencias atrás. Ya sea por convicción o por obra de San Martín de Porres, rojos, naranjas y azules están votando de manera semejante, en algunos aspectos. Están hablando, como la etimología de parlamento lo manda, y llegando a acuerdos. ¿Pero quiénes no están en la conversación? Los caviares. En 2021 entraron 3 gatos progres, para desilusión de youtubers sin fuentes ni guion.

Miren el doble rasero: si ellos dominan la conversación, es democracia, pero si no son parte de la discusión, es dictadura. ¡Soberbia!

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