Esta semana inició estruendosamente desde muy temprano con el allanamiento de las oficinas y viviendas de los asesores de la fiscal de la nación Patricia Benavides en la madrugada del lunes.
A raíz de ese suceso, se viene especulando bastante sobre los implicados y el futuro inmediato del Ministerio Público.
Es en estos tiempos difíciles, donde prima la incertidumbre y desesperación que aparecen los dialogantes. Estos seres que tienen como bandera manchada la transparencia y la gobernabilidad, salen de sus cómodas guaridas, convenientemente cuando pueden sacar provecho.
No importa si previamente ya han sido parte del gobierno o si arrastran pasivos de cuando eran autoridades, ya que pueden permanecer en silencio por un buen tiempo y luego salir a hablar estratégicamente.
Precisamente,en esta ocasión y con una situación bastante tensa, se les hace muy cómodo aparecer para intentar tomar el poder. Es cierto que en las urnas no ganan, pues vienen de partidos de gente que, al igual que ellos, son altamente soberbios y prepotentes; elementos que aunque a ellos les parezca cool, a los votantes no tanto. El tener solo un 2% o 3% los hace sentir parte de una élite. Y es justamente en este delirio que se arrogan la capacidad de gobernar.
Los dialogantes, como buenos lobos vestidos de oveja, quieren repetir su maniobra del 2020, cuando a pesar de tener una ínfima representación congresal, luego de haber conspirado contra la ascención de un gobierno legítimo y constitucional, se hicieron del gobierno.
En cuestión de horas y valiéndose de las muertes de dos personas (útiles para sus fines políticos), le hicieron honor a su rótulo y fingían rimbombantemente conversar con las otras agrupaciones políticas, a las que no solamente consideran erradas, sino maléficas. Después de todo, sólo ellos tienen la razón.
Obviamente se les facilitó conversar con personas que tenían a la prensa en su contra y sabían que les caería algo peor si no cedían a las ambiciones de los dialogantes. Estos obviamente acusarían al resto de golpistas, antidemocráticos, delincuentes y demás adjetivos que lograron introducir en los medios de comunicación y parte de la ciudadanía.
Es así que, luego de un acelerado acuerdo y un par de jugarretas, lograron copar el poder Ejecutivo y la mesa directiva del Congreso.
Tratando de ocultar su naturaleza, se camuflaron con pañuelos y lenguaje formal, pero a pesar de eso su gestión mediocre estuvo expuesta. Su disfraz les fue tan útil que cuando murieron personas durante su gestión, casi a nadie le importó. Después de todo, siempre están abiertos al diálogo democrático y su motor es la transparencia.
Para desgracia de muchos, tres años después, y luego de haber sido debilitados junto a sus instituciones afines, tienen la oportunidad de resurgir.
Algunos ya están barajando posibilidades descabelladas. A pesar de considerarse democráticos y respetar a las instituciones, pidieron la renuncia inmediata de la fiscal Patricia Benavides y de pasadita, también la de la presidenta de la República. Nada raro, nada sospechoso, ya que a ellos les importa la estabilidad; la cual obviamente no se romperá con la salida de ambas personas.
Asimismo, y fieles a su enfoque trastornado e ilusorio, ya vienen barajando nombres para cumplir su cometido. “Que vaquen a Dina, que salga Benavides y que entre Flor Pablo” es el mensaje que varios usuarios, evidentemente estrechos mentalmente, comparten en redes.
Esta frase, pomposa y patética, no acaba ahí. Sino que suele estar acompañada por elogios nada merecidos: “Flor Pablo es una persona dialogante y democrática”. Algunos, por ceguera extrema o simplemente sobonería, la consideran como una persona imparcial y de consenso. ¿Lo peor de este delirio? Que buena parte de las personas que lo promueven tienen educación “superior”.
Que no nos tome por sorpresa pues, que este grupo de personas busque nuevamente copar las instituciones, siempre con etiquetas, sobonería y sonrisas falsas.