OpiniónJueves, 30 de noviembre de 2023
Nicolás Maduro y el "tren de Aragua", por José Antonio Torres Iriarte
José Antonio Torres Iriarte
Abogado y analista político

Nicolás Maduro fue formado políticamente en La Habana y es sobre todo un operador político de Cuba. Hugo Chávez lo designó ministro de Relaciones Exteriores durante su gobierno, convencido de su lealtad y de que eventualmente podría sucederlo en el gobierno, mucho antes de que afrontara una penosa enfermedad.

Hugo Chávez no construyó los fundamentos teóricos del llamado “socialismo del siglo XXI”, siendo Fidel Castro el verdadero autor de un proyecto político novedoso orientado a deponer las armas y lograr mediante la vía electoral llegar al gobierno en toda América Latina. Dejó de lado conceptos marxistas como la dictadura del proletariado, la lucha de clases o la necesidad de alentar una Internacional al estilo moscovita. Cuba en los años noventa necesitaba sobrevivir al llamado “período especial” una vez consumado la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. La economía soviética virtualmente quebró, las ex Repúblicas Socialistas Soviéticas se convirtieron en Estados Independientes, optando por convocar a elecciones libres e impulsar economías de mercado.

La economía cubana, poco productiva e ineficiente, encontró en Hugo Chávez al líder generoso, admirador de Fidel Castro y dispuesto a solventar con generosas transferencias de dinero, solventando parte del presupuesto de una “revolución decadente”. Se idearon las más novedosas formas de cooperación entre ambos países bajo la denominación de “misiones”. Con el tiempo, Cuba fue cobrando cada vez más influencia en los institutos armados y las fuerzas de seguridad de Venezuela, multiplicándose el trabajo político y el proselitismo en todo el país.

En un escenario internacional marcado por el alza récord de los hidrocarburos, Hugo Chávez multiplicó el gasto público y a través de políticas de subsidio la población vivió una “falaz prosperidad”. Hace más de 10 años que falleció Hugo Chávez y Nicolás Maduro, bajo el asesoramiento de la inteligencia cubana, con el financiamiento de la República Popular China y con presencia iraní en territorio venezolano, ha logrado mantenerse en el poder. El tirano Nicolás Maduro no está dispuesto a entregar el poder y es claro que los millones de venezolanos migrantes, hoy por intermedio del envío de un monto significativo de remesas a sus familiares residentes en Venezuela, ayudan de manera activa ayudando en la atención de las necesidades básicas. La migración presiona sobre Europa, los Estados Unidos y Canadá, por un lado, sucediéndose “crisis migratorias” en los últimos años.

Desde 2017, con la formación del “Grupo de Lima” y ante la grave crisis humanitaria generada por el chavismo en Venezuela, varios países de la región decidieron acoger a millones de ciudadanos venezolanos que prácticamente huían de un país sumido en una grave crisis, que reprimía a la oposición.

En enero 2019 parecía inminente el fin del gobierno de Nicolás Maduro. Juan Guaidó fue reconocido por los Estados Unidos, los países de la Unión Europea, Japón y un número importante de gobiernos de América Latina, sin embargo, la tiranía no llego a su fin.

Fomentar la migración forma parte de una estrategia utilizada sistemáticamente por Cuba a lo largo del tiempo. La dictadura de Maduro necesitaba que alrededor de un tercio de su población resida en el exterior, más aún cuando sobre todo los jóvenes abandonan los pueblos y las ciudades, para que luego enviar remesas ayudando de esa forma a las economías familiares.

Cuba y Venezuela comparten formas de hacer política, de manipular y engañar a los pueblos. El “Tren de Aragua” surgió durante los años del chavismo, siendo reprimido en un primer momento, para convertirse posteriormente en un “colaborador del gobierno”. Si la llamada “revolución bolivariana” se propuso redimir al pueblo y sentar las bases de una nueva generación de jóvenes que respondían a un proyecto transformador, lo cierto es que los integrantes del “Tren de Aragua” son una clara muestra del fracaso del chavismo en la implementación de las políticas educativas recomendadas por los “ideólogos” de la revolución cubana. Si poner fin al “pandillaje” es un tema central para el presidente Bukele, por el contrario, desde la llegada al poder de Hugo Chávez, se multiplicó la criminalidad en Caracas y las principales ciudades del país.

Hoy, Nicolás Maduro, habla de una reducción de las tasas de homicidios y la comisión de otros delitos. Lo que viene sucediendo es que millares de integrantes del “Tren de Aragua” han migrado al exterior con la complacencia del gobierno de Maduro, más aún pareciera que, copiando la estrategia cubana, en las cárceles de todo el país se está reduciendo la población carcelaria de manera sostenida.

Cuba expulsó virtualmente a millares de delincuentes a las costas de la Florida en los años ochenta, en medio de una campaña altisonante, con discursos antiimperialistas pronunciados por Fidel Castro en ese entonces. Hoy Nicolás Maduro exige trato digno a sus connacionales, no asume responsabilidad alguna en haber causado la virtual quiebra de la industria de hidrocarburos en manos del Estado, desde que el gobierno de Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática) nacionalizó el petróleo a inicios de 1974.

La victimización, la mentira, la demagogia, el dispendio, la emisión inorgánica de dinero, las masivas expropiaciones fueron dinamitando la economía venezolana. Hoy la dictadura no cede, el órgano electoral (sometido al gobierno) hace poco anuló las elecciones primarias organizadas por la oposición, en las que había ganado ampliamente la señora Machado. Nicolás Maduro protege a los disidentes de la FARC, es aliado del E.L.N. que hace pocas semanas secuestró a los padres de un jugador de la selección de Colombia.

Por otro lado, Nicolás Maduro actualmente se vale del buen desempeño de la selección venezolana en las Eliminatorias al Mundial de Fútbol 2026, para agraviar al Perú. La oposición venezolana debe mantenerse unida y respaldar a la señora Machado. En el Perú, el “Tren de Aragua” desafía a la PNP, desatando una ola de violencia inusitada en Lima y las principales ciudades del país. La economía informal predominante es el espacio que han elegido para sus acciones delictivas, por ello sus víctimas se encuentran entre los trabajadores informales, las micro y pequeñas empresas, en especial, sus integrantes se han establecido sobre todo en Lima Norte, Sur y Este, zonas en las que viven decenas de miles de emprendedores. El “Tren de Aragua” más allá del accionar delictivo propiamente dicho, se ha convertido en una organización criminal que viene desestabilizando Ecuador, Perú y Chile, especialmente.

Actualmente, Nicolás Maduro es requerido por la Corte Penal Internacional y las autoridades norteamericanas ofrecen significativas recompensas por su captura. El “Tren de Aragua” es un instrumento al servicio de la dictadura de Maduro, el gobierno de Venezuela no tiene el menor interés en colaborar con los servicios de inteligencia de otros países. Por el contrario, es necesario fortalecer mecanismos de cooperación entre las “inteligencias” y los cuerpos de seguridad de Colombia y sobre todo Ecuador, Perú y Chile. Estamos ante organizaciones transnacionales del crimen organizado.

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