Black Mirror fue vanguardista en poner en discusión dilemas de futuros distópicos que serían realidad en un tiempo relativamente corto. Esta serie, la cual considero una de mis favoritas, ha mostrado casi siempre la crudeza de estas situaciones apocalípticas, las cuales una vez instauradas difícilmente podrían revertirse.
Uno de los capítulos más resaltantes es “Nosedive” (“Caída en picada” en español), el cual presenta una realidad enfermiza en la cual todas las personas son evaluadas permanentemente por un sistema de vigilancia y reputación que dependía de la percepción del entorno sobre cada persona. Una sonrisa deslumbrante —pero fingida, escalofriante y forzada— con los demás, te dará más posibilidades de encajar en la sociedad y mantener el status.
La historia sigue a Lacie Pound, interpretada por Bryce Dallas Howard, quien vive en un mundo donde cada interacción social es calificada por los demás en una escala de 1 a 5 estrellas. Estas calificaciones afectan directamente el estatus social y las oportunidades de la persona. Aquellos con calificaciones más altas tienen privilegios y acceso a mejores servicios, mientras que aquellos con calificaciones bajas enfrentan discriminación y limitaciones en su vida diaria, algunas llegando a ser incluso inhumanas.
Estoy seguro de que, al finalizar el capítulo, muchos nos pusimos a reflexionar sobre este modo de coerción. Era escalofriante porque, a diferencia de otros episodios de la serie, no había mucha maquinaria extravagante detrás para vivir una realidad similar.
Aun así, muchos nos imaginamos tal situación apocalíptica en sentido figurado. Es decir, la dependencia en la aprobación dada en redes sociales ya existía y la destrucción instantánea de la imagen también. Es posible. Ya era posible. Tanto que pasaba con frecuencia.
Resulta entonces más escalofriante que la percepción previamente expuesta, que ya hay sociedades que están sometidas a un régimen similar al de la serie británica. Como una realidad así es casi imposible en las sociedades más democráticas, no es difícil adivinar que uno de los lugares donde rige este control invasivo es en China, dominada por el Partido Comunista Chino.
Los orígenes de esta práctica se remontan a la década de 1980. China pensó que sería una buena idea tener un sistema de calificación crediticia para las pequeñas empresas y la gente que vivía en zonas rurales. Luego se fue testeando, con mayor sofisticación en algunas ciudades. Pero en 2020, lo que empezó como un intento de mantener a raya al robo de propiedad intelectual y al fraude financiero, se convirtió en la realidad aterradora previamente descrita.
El gobierno chino dice que es para mejorar la confianza social y regular a las empresas. Pero, por supuesto, hay dos lados de la moneda (o yuan). Los fanáticos del sistema dicen que mejora la "confiabilidad" ciudadana, promoviendo valores tradicionales y asegurando que todos paguen sus impuestos a tiempo. Los críticos, sin embargo, están más preocupados por la violación de los derechos y por cómo este sistema se convierte en una especie de gran hermano que todo lo ve.
Está también la lista negra, donde los ciudadanos chinos pueden llegar a parar si deciden vivir al margen. No pagar deudas, saltarte un semáforo o simplemente tener un mal día te lleva directo a las restricciones. Prohibido volar, prohibido tomar trenes de alta velocidad, y también olvidarse de comprar cosas bonitas. Algunas ciudades incluso publicitan a los "transgresores" en pantallas gigantes.
No más subvenciones, préstamos o matrículas en las mejores universidades. Si las estrellas son bajas, los ciudadanos más “inadaptados” están condenados a una vida de deudas y escasez de opciones educativas.
La cereza en el pastel, y lo noticioso en esencia, es que el PCC quiere estar aún más a la vanguardia. Ahora último se ha visto el caso de la aplicación WeChat de China. Esta inicialmente servía como Whatsapp, pero luego se volvió en el Facebook de China, para luego también incluir servicios similares a los de los taxis por aplicativo e incluso servicios bancarios. La aplicación ahora alerta cuando uno está en un radio de 500 metros de una persona con bajo ‘crédito social’ para evitar interactuar con ella y no disminuir la reputación.
Esta es una herramienta capaz de rastrear la actividad de los ciudadanos desde que se levantan a trabajar o estudiar hasta que vuelven a casa. Definitivamente, es un sistema perverso que tiene como móvil el control y manipulación de su población.