En estos días, mientras nos preparamos para sumergirnos en la vorágine de la Navidad, quiero reflexionar sobre la dualidad que a menudo enfrentamos: la magia de Papá Noel y el significado más profundo de esta festividad, que es el nacimiento de Jesús.
No hay duda de que la figura carismática y risueña de Papá Noel tiene un lugar especial en nuestros corazones, quienes en algún momento de nuestra vida creímos en él recordamos con cariño. La emoción de imaginar a este buen hombre descendiendo por la chimenea, dejando regalos cuidadosamente envueltos, es algo que nos llena de alegría desde la infancia. La Navidad, con todo su esplendor y tradiciones, sería menos colorida sin la presencia de este personaje entrañable.
Pero, en medio de las risas y el bullicio festivo, es crucial recordar que Papá Noel no es el único protagonista de esta historia mágica. El verdadero corazón de la Navidad reside en el relato del pequeño Jesús, nacido en Belén en una noche estrellada, llegando a este mundo de la manera más humilde y con el destino de servir a los demás, envuelto en pañales y acunado en un pesebre. Esta historia, que ha resistido el paso de los siglos, lleva consigo un mensaje de esperanza, amor y humildad que trasciende las luces brillantes y los regalos debajo del árbol.
Al considerar estas dos facetas de la Navidad, no es cuestión de elegir una sobre la otra. Más bien, se trata de encontrar un equilibrio armonioso entre la emoción de la magia navideña y la reflexión sobre su significado más profundo. Es como disfrutar de una sinfonía donde cada instrumento aporta su melodía única para crear una experiencia completa.
De hecho, el otro día vi el video de una psicóloga que explicaba que parte de lo mágico para los niños era la existencia de Papa Noel, ya que en esa tan importante etapa de su vida el juego y la imaginación eran partes fundamentales para su desarrollo.
Como adultos entendemos que es un ser que no existe, pero eso no significa que, cual desequilibrado, se vaya a arruinar su ilusión de la manera más cruda y fundamentalista.
La tradición de Papá Noel nos brinda momentos de diversión y emoción. Los ojos brillantes de los niños, llenos de anticipación, nos recuerdan la importancia de preservar la inocencia y la maravilla que esta temporada trae consigo. Mientras deslumbramos nuestras casas con luces centelleantes y compartimos risas alrededor de la mesa, la magia de Papá Noel nos conecta con el niño interior que llevamos dentro, recordando momentos de nuestra infancia que nos acompañarán por el resto de nuestra vida.
Pero como católicos, evidentemente no debemos dejar de lado el significado de esta fiesta. La fiesta tiene como protagonista a Jesús, quien nos invita a sumergirnos en la esencia misma de esta festividad. Nos recuerda que, más allá de los regalos materiales, la verdadera riqueza se encuentra en el amor, la compasión y la unidad. El nacimiento de Jesús es la luz que brilla en la oscuridad, que vino a este mundo y celebra la esperanza que trae consigo.
No considero que sea incompatible escribirle una carta a Papá Noel, mientras se celebra apropiadamente cada domingo de adviento.
Así que, en esta temporada festiva, celebremos con alegría y entusiasmo. Que la magia de Papá Noel nos envuelva en risas y regalos, pero no olvidemos reflexionar sobre la historia que da sentido a todo esto. Que la Navidad sea un hermoso tapiz tejido con la emoción de la magia y la profundidad del significado espiritual. ¡Feliz Navidad para todos!