Corrían los años noventa. Alberto Fujimori era todopoderoso. Lo rodeaba una corte que festejaba sus ocurrencias y justificaba sus yerros. Cierto sector de la oposición apodó “las Geishas” a la tropa de periodistas que lo acompañaba en sus viajes, pero el irónico térmico acabó designando a todos los acólitos cuya obsecuencia extendían al poder oscuro del régimen: Vladimiro Montesinos Torres, alias el Doc.
Veinticinco años después, la historia, como farsa se repite, frente a un poder opaco, ejercido en la sombra, ya no desde las discretas oficinas del SIN sino desde una ONG que se presenta como publicación periodística pero que pareciera ser un servicio privado de inteligencia y operativos psicosociales.
Nos referimos pues al innombrable, cuya sola evocación recuerda a Voldemort, el brujo villano omnipotente de Harry Potter: El Instituto de Defensa Legal y su Augusto Líder, Gustavo Gorriti Ellenbogen.
Montesinos surgió de las carteras del Servicio de Inteligencia Nacional. Desarrolló hábitos comunes en el mundo del espionaje como el de la traición. Lo descubrieron, supuestamente, cuando un general vio al entonces joven oficial del Ejército en la calle en Washington D.C., desatando alarmas, por lo que acabo preso y defenestrado. Sin embargo, pasaron los años y tras múltiples peripecias se convirtió en el poder de facto de los noventa, con resultados conocidos.
Los origines de Gorriti no son tan floridos como los del Doc. Su padre fue diputado camanejo y militante del Partido Comunista Peruano. Ganó notoriedad con la publicación de un libro sobre Sendero, rico en fuentes accesibles para quienes crecieron entre comunistas y flexible con la verdad. Acusa, por ejemplo, sin fundamento, al presidente Belaunde de dejar huir a Abimael Guzmán.
Durante el golpe del 5 de abril, fue temporalmente detenido “secuestrado” junto con el empresario pesquero Samuel Dyer. Es bastante curioso que Montesinos se preocupase tanto por Gorriti si era un simple periodista e investigador. Quizá lo conoció o supo de él en otras circunstancias, especulo.
En todo caso, su permanencia en el Perú devino en imprudente y se auto exiló en Panamá, donde se hizo cargo del periódico La Prensa. Allá se las agenció para ser expulsado. Nuevamente algo extraño: ¿Por qué un gobierno democrático expulsaría, de la forma más ruidosa posible, a un simple periodista?A veces las cosas no son lo que parecen.
De regreso en el Perú tuvo una participación preponderante en el entorno íntimo de Toledo, desde la campaña del año 2000, lo que quiere decir que Montesinos lo olvidó o ya no lo consideró peligroso. Luego, desde su oenegé Instituto de Defensa Legal, empezó a construir una base de poder.
Bien conectado en los pasillos judiciales y fiscalías, desarrolló exitosas defensas de sabor político aunadas a un periodismo de “investigación” que en realidad son datos privilegiados de fuentes desarrolladas a lo largo de años de correrías.
También consiguió fondos del Open Society del especulador George Soros, hasta que este cortó su relación con el Perú. ¿Qué motivó la prodigalidad de Soros? Algo sería pues sus ambiciones son decididamente megalómanas.
Obtuvo rápido una interesante cuota de poder pero fue en la época de Vizcarra cuando la cosa cambia. Vizcarra, hombre tan mediocre como amoral, requería ciertos apoyos técnicos y los encontraría en el IDL de Gorriti.En esos felices tiempos llamaban al IDL “la Nave Nodriza” desde la cual, según me cuentan, se definían políticas y digitaban operativos para consolidar el poder de vizcarrista.
Con Castillo seguro pensó que podría seguir manipulando, como Nave Nodriza o Estrella de la Muerte. No entendió que aquí se enfrentaba a otra bestia por las especiales características del partido Perú Libre. Aunque quizá sí lo entendió, no olvidemos su cuna marxista. Las ideas bebidas en la infancia perduran.
Estos últimos días salieron a la luz reportes sobre presuntos comportamientos irregulares de Gorriti en relación con el ex Fiscal de la Nación Pablo Sánchez. La reacción del periodismo no fue la de inquirir, investigar, preguntar, averiguar o pedir versiones y descargos. La reacción fue proporcionar una cerrada defensa, como si fueran sus abogados patrocinantes.
Así pasó con Montesinos, los serviles del momento, lo convertían en la deidad que todo lo podía. Las Geishas defendieron a Montesinos hasta el final. A Gorriti lo adulan con similar pasión, los cuestionamientos a su persona son burdas patrañas y él, un santo varón.
Recordando el destino de Montesinos, yo me pregunto, ¿en qué acabará Gorriti?