OpiniónMartes, 2 de enero de 2024
Sinónimos fantasiosos, por Marcelo Rosales
Marcelo Rosales
Periodista de El Reporte

En la jungla de Twitter, donde abundan tanto personajes excéntricos como lunáticos, es difícil sorprenderse. Mas no imposible. No solo por la abundancia de gente que se cree autoridad para opinar sobre algún tema solo porque tiene una cantidad de seguidores de su cuenta, sino porque este lugar parece haber sido el punto de quiebre de muchas personas, que dependen de otros bots y desubicados compartan su opinión para saciar su ansia de tener razón.

Y es que a pesar de que algunos colegas me han recomendado que no les de tanta importancia, me he encontrado con algo gracioso pero a la vez preocupante. Una entrevistadora que padece los delirios previamente mencionados confesó en una entrevista ser “caviar”, lo que fue respondido luego por un usuario simp repleto de complejos, argumentando que ese calificativo tan popular en la derecha es sinónimo de “honestidad, honradez, objetividad, anticorrupción” y una larga lista de valores que en el mundo real no poseen.

Lo positivo de este post es que retrata muy bien a este sector. Lo primero que sale a la luz es que viven en un isekai en donde siempre son los héroes, por lo que es comprensible que se crean los salvadores del mal (al menos en este pequeño mundo fantasioso). De ahí que usen la frase desgastada de decir que son “la reserva moral del país”.

Esto, por supuesto, da pase al siguiente punto. Teniendo esta concepción irreal de poseer todas las virtudes, de “tener la razón” y estar en el “lado correcto de la historia”, cualquier persona que piense diferente está mal. Profundamente mal. A estas personas, ajenas a su pensamiento, sólo les corresponde aguantar los agravios de este sector.

Porque así como ellos se adjudican calificativos que los dejan como los buenos, dentro de su estrecha mente, todos los que estén fuera de su línea de pensamiento son malos por default.

Además, estos héroes de la democracia se creen muy valientes porque, desde sus computadoras y celulares se ponen a insultar a toda persona que, fanática o no, esté en contra de sus ideales. Para estos no es posible, o no debería serlo en su “espacio seguro”.

La verdad es que muchos quedan expuestos como lunáticos, no solo cargan de manera hipócrita y convenida la bandera del bien y la corrupción, sino que están tan cegados por su prepotencia que creen que siempre están en lo correcto. Lo peor para esta sarta de acomplejados no es la realidad ni sentirse importantes por hacer activismo en Twitter, sino que en sus luchas fantasiosas siguen perdiendo.

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