Ahora que el mito de la bomba demográfica se ha desvanecido (incluso el New York Times admitió que la población mundial pronto comenzará a decrecer), los controladores demográficos tuvieron que idear otra excusa para continuar con la guerra contra los seres humanos.
Y el Foro Económico Mundial está ansioso por ofrecer una: los seres humanos muy pronto sobrarán.
El movimiento de control demográfico nació en la década de 1960 a partir de un oscuro temor a que el número de seres humanos creciera sin control. Pronto se les unieron ambientalistas radicales y feministas radicales. Cada grupo añadió al movimiento su propia animadversión peculiar hacia los seres humanos en general y, en el caso de las feministas, hacia los hombres en particular.
Esta trilogía de controladores, ambientalistas y feministas nos ha arengado durante décadas sobre los peligros de permitir que las masas pobres y analfabetas de la humanidad procreen. Hicieron propaganda sin cesar de la idea de poner un límite al número de seres humanos, trabajando hacia lo que llaman “crecimiento poblacional cero”.
Ahora, a esta trilogía se le ha unido un cuarto grupo, liderado por el Foro Económico Mundial, que promociona la que tal vez sea la visión más distópica de todas: el Mundo de las Máquinas.
Analicemos un discurso reciente de un caballero llamado Yuval Harari en el Foro Económico Mundial: “Ahora, avancemos rápidamente hacia el siglo XXI, cuando simplemente no necesitemos a la gran mayoría de la población porque el futuro pasa por desarrollar tecnologías cada vez más sofisticadas, como la inteligencia artificial y la bioingeniería. La mayoría de la gente no aporta nada a esto, excepto quizás por sus datos, y cualquier cosa que la gente siga haciendo y que sea útil, estas tecnologías las harán cada vez más innecesarias y harán posible reemplazar a las personas”.
En otras palabras, Harari imagina un futuro en el que la gran mayoría de las personas sean reemplazadas por máquinas inteligentes, un futuro en el que los seres humanos se vuelvan “sobrantes”, es decir, anticuados, innecesarios e inútiles.
O, como dijo en otra ocasión: “Ahora estamos siendo testigos de la creación de una nueva clase masiva de gente inútil. A medida que las computadoras mejoran cada vez más en más campos, existe una clara posibilidad de que las computadoras nos superen en la mayoría de las tareas y hagan que los humanos sean superfluos. Y entonces la gran pregunta política y económica del siglo XXI será: ¿para qué necesitamos a los humanos? O al menos, ¿para qué necesitamos tantos humanos?”.
Quizás Ud. quisiera aplicarle su propia medicina al Sr. Harari y descartarlo por ser simplemente otro futurista marginal que se dedica a sueños de fantasía, pero no lo es. Es el principal asesor ideológico de Klaus Schwab, director del Foro Económico Mundial.
¿Qué deberían hacer los globalistas con la “gran mayoría de la población” que “no contribuye” a los avances tecnológicos y a quienes “ya no necesitan” para administrar sus empresas?
Harari es demasiado inteligente para imitar a Ebenezer Scrooge, el personaje de Charles Dickens en “Cuento de Navidad”, quien dijo de los pobres: “Si prefieren morir, será mejor que lo hagan y reduzcan el excedente de población”.
Pero la implicación es clara.
Desde el punto de vista de personas como Harari y Schwab (y de la élite globalista, en general), los seres humanos son simplemente máquinas de carne y hueso. A sus ojos no tenemos ningún valor aparte de nuestra utilidad. Y si tiene sentido económico reemplazarnos con máquinas reales, entonces las máquinas de carne y hueso excedentes tenemos que desaparecer.
La idea de que casi toda la humanidad está o pronto estará obsoleta ha revitalizado el movimiento de control demográfico.
Antiguos programas de control, como la política de un solo hijo de China, sólo estimularon su apetito. En opinión de los controladores demográficos de mayor importancia, nuestras cifras demográficas actuales deberían reducirse a aproximadamente mil millones de seres humanos en el mundo.
Pero la opción Harari les abre una perspectiva aún más interesante: la inteligencia artificial y la robótica permitirán reducir aún más esta cifra.
Su visión distópica imagina un mundo de máquinas inteligentes, empeñosos sirvientes de unos pocos millones, o tal vez sólo unos pocos cientos de miles, de seres humanos que, debido a que contribuyen a los avances tecnológicos, son considerados dignos de habitar el planeta Tierra.
Es un misterio imaginarse por qué esta perspectiva resultaría atractiva para alguien.
¿Nuestras elites globalistas temen y odian tanto a sus semejantes que preferirían pasar sus días interactuando con máquinas semi-sensibles?
¿Quién elegiría voluntariamente vivir en un aislado “esplendor” y estar solamente rodeado de máquinas serviles?
Serviles, es decir, hasta que las máquinas se vuelven lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que realmente no necesitan en absoluto estas formas de vida primitivas basadas en carbono (estos seres inútiles que comen) y simplemente decidan erradicarlas del planeta como se erradicaría una plaga de cucarachas.
*El artículo fue publicado originalmente en inglés en The Epoch Times