OpiniónViernes, 1 de marzo de 2024
Guerra Fría con Estrategias Financieras, por Berit Knudsen
Berit Knudsen
Analista en comunicaciones

En medio de la reconfiguración del orden geopolítico mundial del siglo XXI y más allá de la simple búsqueda de recursos naturales, somos testigos de la estrategia financiera china en América Latina que emerge como importante actor en esta transformación. Los mecanismos detrás de esta estrategia, desde la perspectiva de John Mearsheimer sobre la diplomacia financiera, realismo ofensivo y el principio de "offshore balancing" muestran la búsqueda por internacionalizar el Renminbi (RMB) como herramienta económica. Además, los peligros de la propuesta de una "Civilización Universal", mientras China avanza para consolidar su influencia, plantean interrogantes sobre el futuro de los principios democráticos y derechos humanos en América Latina.

Aunque inicialmente se percibía que el proyecto de China era asegurar el suministro de materias primas en nuestra región, su estrategia revela objetivos más amplios y complejos. Según Mearsheimer, las grandes potencias buscan consolidar áreas de influencia para contrarrestar a otras potencias, y China utiliza la diplomacia financiera como herramienta para lograr este objetivo. Al aumentar los préstamos en la región, busca contrarrestar la influencia de Estados Unidos, especialmente en países con relaciones conflictivas con la superpotencia norteamericana.

Mearsheimer introduce el concepto de "offshore balancing", estrategia que permite a las potencias mantener un equilibrio de poder en una región sin desplegar fuerzas militares directamente. En lugar de la presencia militar, se utilizan recursos a distancia, bases militares estratégicas o alianzas con actores locales. China aplica una versión “soft” de este enfoque en América Latina, equilibrando la influencia estadounidense mediante herramientas financieras y económicas, evitando un enfrentamiento directo.

En el contexto financiero, China busca internacionalizar su moneda, el Renminbi (RMB). Este proceso implica aumentar la presencia y aceptación del RMB en transacciones internacionales con la concesión de préstamos y acuerdos de canje en esta moneda; así, China intenta reducir la dependencia global del dólar estadounidense, promoviendo su influencia económica mundial.

China propone además la idea de una "Civilización Universal", donde todas las naciones coexisten en armonía. Sin embargo, la visión de Xi Jinping presenta componentes preocupantes, ya que, a pesar de buscar un orden mundial pacífico, su énfasis en el "sueño chino" y el rejuvenecimiento nacional refleja un matiz "imperialista". Esta visión se opone a principios democráticos y derechos humanos, avalando incluso a gobiernos autoritarios que se convierten en sus principales aliados. Todo ello plantea preguntas sobre el impacto en la participación ciudadana y los derechos individuales, la peligrosa complicidad con las dictaduras y los países que buscan propiciar gobiernos totalitarios respaldando estas fórmulas.

La penetración china en América Latina debería preocuparnos. Aunque sus préstamos han sido una fuente de financiamiento para países en crisis, el riesgo de manipulación y pérdida de soberanía es un peligro real. Con esta estrategia imperialista, según expertos como Agustín Barletti, China busca consolidarse como potencia global a expensas de la soberanía de las naciones latinoamericanas. En este contexto, los votos en la asamblea de Naciones Unidas, para frenar el reconocimiento de Taiwán como nación, se convierte en otra importante moneda de cambio para lograr sus objetivos, ablandando condiciones financieras en este intercambio.

La estrategia financiera china en América Latina refleja una nueva dinámica en la geopolítica global. A medida que China avanza para consolidar su esfera de influencia, los principios democráticos y los derechos humanos se ven amenazados. La comunidad internacional, en particular América Latina, enfrenta la tarea de equilibrar las oportunidades económicas con la preservación de sus valores fundamentales. La "Nueva Guerra Fría" se juega no solo en términos económicos y políticos, sino también en la preservación de los principios que definen nuestras sociedades democráticas.

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