OpiniónMartes, 16 de abril de 2024
¿Se puede vivir ajeno a la política?, por Matías de Dompablo
Matías de Dompablo
Analista político

Más de una vez hemos oído comentarios del tipo “A mí no me interesa la política; y como no me afecta, entonces no participo”.

Esta premisa, que tiene cada vez mayor cabida entre las nuevas generaciones, desvela una realidad que es por un lado preocupante y, por otro, un llamado a la reflexión.

En primer lugar, lo alarmante es darse cuenta de que existe una gran convicción en quien dice aquella frase. Es decir, que el que declara ser ajeno a la política, realmente cree que lo es.

En quien lea este artículo puede surgir la duda: ¿Es que acaso no se puede vivir sin mostrar interés por lo que ocurra en el gobierno?

Ante esto, yo diría que se puede tener una actitud pasiva frente a la política. El individuo puede mostrarse indiferente frente a lo que ocurre en el panorama social y político. Sin embargo, esto no implica que por tener dicha actitud se está ajeno a lo que ocurra en el gobierno.

Absolutamente todos los sectores de la sociedad se ven afectados, en mayor o menor medida, por las acciones y desatenciones del gobierno. Sea que gobierne la izquierda o la derecha y al margen de que se esté de acuerdo con el gobierno de turno, todos se ven afectados por el aparato público.

En otras palabras, uno puede ignorar la lluvia, pero no puede evitar mojarse.

Los griegos tenían una palabra para referirse a todos aquellos que se ocupaban únicamente de lo privado y se desentendían de lo público. Un término que ha ido variando con el tiempo, arribando a una connotación distinta a la original; pero que visto desde cierta óptica – sin necesidad de ponerse uno extremadamente poético – puede recuperar su significancia original. Los griegos los llamaban idiotas (ἰδιώτης).

No obstante, también señalé que dicha frase guarda un llamado a la reflexión. Y es que no debemos limitarnos a criticar a quienes creen que se puede estar ajeno a la política, porque no estaríamos aportando nada de valor ni proponiendo una solución. Debemos ir un poco más allá y cuestionarnos el por qué del auge del desinterés en la política.

Si hacemos esto, nos encontraremos con diversos motivos que inspiran a este sector a mantenerse en la apatía; y a nuevos individuos, a sumárseles. La corrupción, la falta de obras, los problemas económicos, las tensiones sociales y la falta de profesionalismo político son algunos de los elementos que empujan a este grupo a creer que mientras más desentendidos estén de la política, menos afectados estarán por esta y, en consecuencia, menos padecerán de los problemas derivados.

Evidentemente, la participación en la política, de manera directa e indirecta, es sumamente importante. De no involucrarnos, no nos escaparemos de los problemas que derivan de ella, sino que contribuimos a que empeoren.

Recuperar la acepción griega del término “idiota” puede ser atinado para lo que vemos en nuestra sociedad. Sin embargo, lo mejor es no limitarse a señalar a los desentendidos, sino indagar en las raíces y contribuir, desde nuestra posición personal, a que la política vuelva a tener – si es que alguna vez lo tuvo – como fin último el ordenamiento de la sociedad y su encaminamiento hacia el bien común.

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