Ante la falta de vigencia y la ausencia de los partidos consolidados, los grupos políticos han generado organizaciones sustitutas para ejercer poder en el Perú. A través de los medios, las redes, las asociaciones de la “sociedad civil”, los organismos no gubernamentales, los jueces y fiscales, entre otros, diversos grupos políticos operan para la consecuencia de sus fines. Todos los grupos entienden este dilema, pero la gran mayoría no ha aplicado este nuevo paradigma político con eficacia, excepto uno.
Esta nueva forma de organizar y operar también se desenvuelve en nuevos tiempos, los tiempos de la posverdad, ¿Qué es más eficiente para distorsionar la opinión del público? ¿Un comunicado de la dirigencia de un partido o veinte comunicados de veinte asociaciones distintas, todas con nombres que aparentan altruismo? ¿Una entrevista de un político tradicional o diez influencers con 5000 cuentas falsas que repiten mensajes (incluso con softwares especializados) y, a su vez, se encargan de desacreditar a cualquiera que dé la contra a los designios de su grupo?
Esta nueva forma de organizar el poder a través de organizaciones satélite y operadores digitales y mediáticos funciona perfectamente en la era de la posverdad, donde no importan los hechos, sino brindar la apariencia de opinar en mayoría, aunque el fondo de la versión sea falsa.
De esta manera, ante cada crisis política que enfrenta bandos, uno de ellos comienza la proliferación de sus torrenciales herramientas de posverdad. Miles de cuentas trolls organizan sus mensajes en base a las opiniones de sus influencers, que , a la vez, se respaldan en los comunicados de sus asociaciones “altruistas” o satélite. Y los periodistas de los grandes medios, donde debería tratarse la información con ángulos más profundos y mayor profesionalismo, hacen exactamente lo mismo que los influencers y sus cuentas falsas: utilizar esos comunicados como argumento y a los “expertos” de esas asociaciones como fuente.
¿El resultado? Que un grupo político imponga su versión de los sucesos a través de la desconcentración de su poder. No necesitan un partido, sino decenas de microorganismos.
En los últimos años hemos visto innumerables operativos para manipular la opinión pública utilizando estos mecanismos. Y esta semana se ha redituado, aunque con menor éxito.
Una asociación fundada hace poco más de un mes, la Sociedad Peruana de Constitucionalistas, emitió un comunicado criticando e intentando deslegitimar la decisión del Tribunal Constitucional de declarar fundada la inhabilitación a dos miembros de la Junta Nacional de Justicia. Ipso facto, diversos medios de comunicación resaltaron dicho comunicado, incluso titulando en plural, como si todos los constitucionalistas peruanos estuvieran adscritos a la novísima entidad. Los firmantes del comunicado eran abogados que ostentaron cargos de ministro en gobiernos como los de Paniagua, Ollanta o Castillo, los demás firmantes eran docentes de la PUCP.
¿Algún medio de comunicación dijo que la asociación tenía poco menos de un mes de fundada? ¿Alguno de esos medios señaló que existe, desde hace muchos años, una Asociación Peruana de Derecho Constitucional, que tiene como miembros a muchos de los expertos de mayor renombre y una gran serie de publicaciones especializadas? No, por supuesto. Lo que interesaba era instaurar la versión de los hechos provenientes de una nueva asociación satélite del grupo político más eficiente en la desconcentración del poder y, por ende, en el control de la opinión pública.
Ejemplos de manipulación informativa como estos abundan como la cantidad de asociaciones satélites, las cuales, la gran mayoría, se financian con fondos internacionales, pero terminan operando políticamente en temas internos, un conflicto de intereses de muy dudosa legalidad.
El panorama está claro. Si un grupo político quiere influenciar o incluso monopolizar la opinión pública, es mucho más efectivo si desconcentra su poder, y crea microorganismos que operen en pared con los influencers, los trolls y los periodistas sujetos a la ventriloquía. A los periodistas de verdad, les toca cuestionar esta falsa apariencia de mayoría, de “conocimiento de experto” de asociación “altruista” (más bien satélite) e investigar los intereses que las hacen funcionar.