El proceso electoral estadounidense deviene en un tiempo interesante, esos que fascinan a los historiadores, pero no necesariamente a quienes participan de ellos. Las peripecias de este han dominado las noticias mundiales, en un tiempo en el que no escasean importantes acontecimientos (contrataque israelí en Yemen, por ejemplo, luego de la exitosa incursión de unos drones, por nombrar un ejemplo).
El primer capítulo de esta etapa fue el desastroso debate que mostró a un Biden cognitivamente disminuido y con síntomas visibles de senilidad. No estará Biden completamente ido, pero ciertamente parece ser un hombre necesitado de retirarse a sus cuarteles de invierno a gozar de la compañía de su familia. Lo curioso del caso que sería su familia, en particular su esposa Jill y su hijo Hunter, la más interesada en que esta jubilación forzada no se produzca.
El segundo capítulo fue el fallido intento de asesinato contra Trump del sábado pasado. Más allá de los evidentes errores en el dispositivo de seguridad a su alrededor, las circunstancias del hecho y la manera específica en como evadió a la muerte, pueden ser descritas como milagrosas: Estando perfectamente enfocado por el fallido asesino, en la milésima de segundo que este disparó el gatillo, Trump giro levemente su rostro a la derecha, en consecuencia la bala que hubiese perforado frontalmente su cerebro, matándolo en el acto, le rozó la oreja
Ocurrido el casi fatídico hecho, luego de protegerse, Trump se paró en gesto desafiante con el puño en alto gritando “Pelea”. Podrá criticarse mucho a Trump y pocos personajes han hecho tan denodados esfuerzos para acumular antipatías, pero, su reacción mostró coraje físico en un momento de extremo peligro, lo que contrasta con el deterioro físico de su rival demócrata.
El tercer capítulo, que arrancó en realidad justo después del primero y que continúa, es la campaña de murmullos de la nomenklatura demócrata y la prensa. Participarían todas las grandes figuras partidarias, empezando por Obama, pasando por la señora Pelosi, el Senador Schumer y muchos otros. Incluso señalaron que el discurso de renuncia de Biden lo estaba redactando Jon Meacham, afamado historiador, posibilidad que este negó en una entrevista televisiva. De acuerdo a estas versiones, Biden no apoyaría a nadie, remitiendo la decisión al Comité Nacional Demócrata y a la convención partidaria próxima a realizarse.
El temor a una probable derrota es lo que le da combustible a esta campaña, de ninguna manera un súbito descubrimiento de la verdadera salud del líder partidario. Por su lado, el entorno inmediato de Biden, han hecho saber por medio de filtraciones su molestia y frustración por estas campañas de rumores e insinuaciones, comprensible en estas circunstancias y lo han hecho saber por medio de periodistas amigos (Robert Costa https://twitter.com/costareports/status/1814663499563373011) por ejemplo.
Sostienen que si me apoyabas antes, entonces no hay motivo para que no me sigas apoyando ahora, excepto ser medrosos. Es como decir, y así lo ha explicado Costa u otros, Biden no es prisionero del partido, el partido es prisionero de su candidato. La única forma de librarse de él es mediante su renuncia. Este doma y daca no brinda la mejor imagen, hace ver mal a los demócratas y mientras más duré y más ruidoso es, peor será para los involucrados.
El último capítulo fue el discurso de Trump, no muy bien recibido por “la crítica”, incluyendo la republicana. El discurso tuvo ciertamente otro tono, pero fue terriblemente largo y tras un inicio emotivo derivó en el Trump de siempre, hablando demasiado sobre miles de cosas que no necesariamente vienen al caso.
Las elecciones serán el primer martes de noviembre, y en estos tres meses y algo más pueden pasar muchas cosas. Soy enemigo de pronosticaciones, las elecciones se definen hasta el último momento, pero hasta ahora su dirección pareciera apuntar a un sonoro triunfo republicano.