Tiempos peligrosos los que vivimos. La guerra asoma con furia en distintas latitudes y amenaza con expandirse aún más. Son guerras distintas a las del pasado, por el momento al menos.
Con el advenimiento de la Revolución Industrial y del Siglo XX las guerras adquirieron un carácter que antes no habían tenido. Se volvieron totales en el sentido que involucraban a la totalidad de la población de las naciones enfrentadas y todos sus recursos económicos, sin excepciones. El contrincante ya no era un rival con el que habría que convivir después. Era un enemigo, mortal y maléfico que debía ser aplastado sin misericordia, hombres, mujeres, niños y ancianos, todos.
Esta totalidad sobrepasaba lo geográfico, ya antes, las guerras entre Francia e Inglaterra del siglo dieciocho se habían peleado en muchos continentes simultáneamente. Pero los avances de la época no vencían al clima y el invierno europeo determinaba que los ejércitos regresasen a sus campamentos a la espera de la primavera y con ello el reinicio de las campañas. Además en casa, la vida seguía igual.
Así mismo, en el pasado, las identidades nacionales eran aún incipientes o secundarias, primaba el juramento de lealtad a una determinada bandera, facción o casa reinante. El nacionalismo se convirtió en un factor recién en el siglo diecinueve como consecuencia de las guerras napoleónicas y del romanticismo.
Pero en el siglo veinte esto se acabó. A partir de la Primera Guerra Mundial los ejércitos contrincantes eran masivos, producto de la conscripción forzosa de toda la población masculina joven. La producción de bienes y servicios se reorientó a la producción militar, sólo se hacía lo necesario para el frente.
Las necesidades domésticas civiles pasaban a tercer plano y postergadas indefinidamente para cuando llegase la paz. En el caso inglés, el racionamiento de la Segunda Guerra Mundial se extendió por siete años más, acabando sólo con el ascenso al trono de Isabel II.
Ante la ausencia de hombres, las fábricas de municiones y demás bienes tenían que seguir funcionando, ante lo cual las mujeres entraron por primera vez, aunque de manera aún provisional, a la fuerza laboral. El primer gran paso de la “emancipación” femenina ocurrió, irónicamente, por las guerras.
En la producción militar primaba la cantidad, abrumar al rival con una mayor producción de armas y municiones, relativamente equivalentes. Este fue un factor crítico para la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial ya que la capacidad industrial de Estados Unidos unida a la de Gran Bretaña acabó aplastando a la de los nazis.
Las guerras del Golfo Pérsico y las invasiones de EE.UU. de Iraq representan un momento puntual en la historia de la guerra en la que se combina la enorme superioridad material y tecnológica estadounidense con la ausencia de rivales ,aunado a que las nuevas tecnologías eran aún emergentes y no se habían propagado.
Hoy la guerra sigue siendo horrenda pero tiene características que la diferencian de los conflictos de antaño, como se observa en Ucrania (que se ha convertido en un verdadero laboratorio para la guerra del futuro).
Es la primera guerra híbrida en gran escala. Híbrido alude a una nueva característica y esta es que los contrincantes recurren a medios y métodos violentos y no violentos, la fuerza combinada con amenazas y operaciones de engaño psicosociales. Aparecen los drones y similares innovaciones que alteran sustancialmente el campo de batalla. Los drones son baratos y sencillos, de alguna manera equiparan a rivales de otra manera desiguales.
La información fluye de una manera distinta. Los satélites y la tecnología de la información hacen mucho más difícil que ocurran sorpresas tácticas completas a lo Pearl Harbor, ya que no es posible esconder un gran ejército o flota naval de un adversario diligente y mínimamente atento. La invasión rusa de Ucrania se anticipó a la perfección, como atestiguan las publicaciones periodísticas de las semanas anteriores a su inicio.
Al mismo tiempo, ciertas verdades imperecederas sobre la guerra y la naturaleza humana mantienen su vigencia. La primera es la importancia del liderazgo, la segunda es la motivación de los combatientes. En todo caso, esta nueva forma de hacer guerra, viene favoreciendo a Kiev que ha puesto a raya a un adversario mucho más rico y poderoso. China observa y saca lecciones. También Taiwán y lo mismo Estados Unidos.
En Medio Oriente se viene desarrollando otra guerra, en varios frentes y con intensidades variables. Israel libra una guerra urbana contra Hamas en la Franja de Gaza, zona densamente poblada. Actúa de manera lenta y metódica, buscando minimizar las víctimas civiles.
Los rusos no tienen esa preocupación, su metodología es de la Segunda Guerra Mundial, bombardeos indiscriminados de amplias extensiones, buscando matar todo lo que exista en ellos. Eso era entendible en 1945, entre otras cosas porque la tecnología disponible proveía armas inexactas y proyectiles imprecisos. Hoy eso no es así.
Israel se las agencia para decapitar a las cabezas de Hamas y Hezbolah, en cualquier lugar, y lo hacen de la manera más humillante posible para sus enemigos, demostrando que son incapaces de proteger a sus principales líderes, sugiriendo que el que sigan vivos es por voluntad de quienes mandan en Tel Aviv.
Estas guerras que comentamos no suponen enfrentamientos directos entre las principales potencias. Si esto ocurriera de nuevo, quizá volveríamos al modelo de la guerra total de la primera mitad del siglo veinte, pero los estudiosos lo juzgan improbable. Esperemos que nunca descubramos la respuesta a esta interrogante, porque de ocurrir, incluso en nuestra alejada ubicación, sería difícil salvarnos de los efectos de una Tercera Guerra Mundial.