Los Estados Unidos en el tiempo logró convertirse en la primera economía del mundo teniendo un papel protagónico en el desenlace final tanto de la Primera, como de la Segunda Guerra Mundial.
Estados Unidos, antes de 1914 ya ocupaba un papel importante en la economía internacional demostrando su vocación expansionista e imperialista en el plano económico y militar.
México cedió parte importante de su territorio en el siglo XIX, mientras que Panamá surge de la escisión de parte del territorio de Colombia. La Revolución Mexicana iniciada en 1910, no fue un movimiento revolucionario marxista, por el contrario su nacionalismo agrarista y antiimperialista se fue plasmando por el influjo de sus líderes y de las masas que emergieron, para poner fin a la larga tiranía de Porfirio Díaz.
El Canal de Panamá desde su inauguración en 1914, se convirtió en un enclave al servicio de una potencia extranjera. América Latina marcada por los militarismos, los golpismos y las oligarquías herederas del pasado, en las primeras décadas del siglo XX, empieza a despertar de un largo letargo. Estados Unidos fue sostén de tiranos en Centro y Sudamérica. Durante la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roossvelt trató de promover una "nueva vecindad" con América Latina.
En la década de los cincuenta en un contexto de Guerra Fría, surge el temor de que los partidos comunistas adscritos al Kremlin tomen el poder en América Latina. La Revolución Cubana, se convirtió en instrumento político al servicio de la URSS. Fidel Castro fue un leal aliado de Moscú, traicionando lo que pudo ser una revolución democrática que siguiera la línea de acción política de José Figueres en Costa Rica. Dentro de esa línea, la figura de Víctor Raúl Haya de la Torre debe ser reconocida, por haber planteado una alternativa democrática antiimperialista e integracionista frente a la prédica del marxismo leninismo.
Estados Unidos impulsó la Alianza para el Progreso en los años sesenta, como respuesta política a la propaganda política procedente de la Habana y al surgimiento de movimientos guerrilleros en la región. Los años de Guerra Fría pusieron de manifiesto las pretensiones de las potencias en pugna por la supremacía mundial.
Las dictaduras militares de diverso signo político se establecieron en Sudamérica. Cuba se especializó en ser la voz de la URSS en América Latina. La presidencia del presidente Jimy Carter (1977-1981) representó un giro en la política exterior de los Estados Unidos hacía América Latina. La firma del Tratado Carter -Torrijos en 1977, en presencia de los jefes de Estado de la mayoría de países de América Latina, permitió que a partir del año 2000, Panamá ejerza plena soberanía sobre el Canal de Panamá. Carter alentó los procesos de democratización en Centro y Sudamérica, en tiempos en los que sólo México, Costa Rica, Colombia y Venezuela contaban con gobiernos electos por sufragio popular.
Estados Unidos diseñó su sistema político, estableciendo que cada cuatro años sea elegido un presidente de la República. Las relaciones de las administraciones republicanas o demócratas han tenido ciertos matices que las han diferenciado. Con Richard Nixon, es claro que para esa administración fue determinante en la caída del gobierno de Salvador Allende y el respaldo al gobierno de Augusto Pinochet. Con Ronald Reagan y Bush (padre), Estados Unidos tomó posición en la lucha política centroamericana especialmente, siendo relevante la invasión a Panamá en 1989, que tuvo como epílogo la detención del General Noriega, sobre el que pesaban cargos penales por tráfico ilícito de drogas.
La caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS y la democratización de Europa del Este, fueron determinantes para que desde el Departamento de Estado se diseñen otras políticas hacía América Latina. El triunfalismo de los noventa, hizo creer a algunos ilusos que el mundo gozaría de estabilidad y que bajo la hegemonía norteamericana y de Occidente, se lograría la paz. En Europa, la reunificación alemana se alcanzó sin mayores sobresaltos, no ocurriendo lo mismo en los Balcanes. La Unión Europea se institucionaliza, adopta el euro, se consolida la OTAN, se disuelve el Pacto de Varsovia. La desaparición de la URSS, cede su lugar a la Federación Rusa y asume todo el arsenal nuclear de la era soviética. La crisis del Sudeste Asiático de 1997, la crisis inmobiliaria norteamericana del 2008, ponen a prueba a un capitalismo global, presa de la especulación y los mercados bursátiles. Estados Unidos y Europa en especial son marcados por nuevas tendencias y formas de vida.
Las Naciones Unidas, sus instituciones y su frondosa burocracia pretenden influenciar cada vez más en los gobiernos y sociedades. Se habla de la promoción de los Derechos Humanos, de los derechos de las minorías, surgiendo un neomarxismo cultural en el plano académico y político.
El terrorismo internacional no cesa, el Medio Oriente sigue siendo una zona convulsa, Rusia invade Ucrania, las olas migratorias al Oeste de Europa no se interrumpe y se empieza a hablar de la decadencia de Occidente.
La victoria de Donald Trump, levantando las banderas del nacionalismo y su visión crítica de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, han representado la derrota del partido Demócrata, que ha abandonado su tradicional agenda política y perdido un segmento importante de su electorado tradicional. Kamala Harris fue derrotada, no sólo por sus escasas habilidades políticas y comunicacionales, sino como una respuesta política de un electorado que rechaza un discurso que polariza, que desdeña valores fundamentales como la familia y la vida.
Donald Trump expresa de una manera, tal vez "grandilocuente" el hartazgo de un electorado que aspira a contar con empleo, mejorar su poder adquisitivo y sentirse seguro en el ejercicio de sus derechos constitucionales.
El presidente Biden concluye su gobierno, demostrando falta de liderazgo y complicidad con tiranías como la de Nicolás Maduro. El inicio de la administración de Trump, preocupa al tirano de Caracas en especial. El fraude del 28 de julio del año pasado y la asunción de Maduro (el 10 de enero) son prueba contundente de que ha sido burlada la voluntad del pueblo. Nicolás Maduro es un tirano más, que con la asesoría de la inteligencia cubana ejerce control sobre las fuerzas armadas de su país. Venezuela convertida virtualmente en un "narco Estado" tiene el apoyo de Rusia, China e Irán. Maduro como operador político de Cuba, pretende encender la llama de una supuesta lucha antimperialista, para legitimar su pueblo.
Donald Trump y su entorno político tienen claro, que la batalla política e ideológica está vigente. No dudo que Estados Unidos, Rusia y China tienen vocación imperialista; sin embargo seria necio no reconocer que en Estados Unidos prima el Estado de Derecho y la separación de poderes. Si Donald Trump mira a Groenlandia, Canadá y al Canal de Panamá, explicitando sus pretensiones, no podemos soslayar la vocación que anima a otras potencias extranjeras. Ni Rusia, ni la República Popular China son democracias. Por el contrario Rusia y Cuba se necesitan mutuamente, como si vivieran un "idilio que se forjó en 1962", durante la llamada "crisis de los mísiles". Por su parte, China es hoy la segunda economía del mundo, con una población significativamente mayor que la de Rusia y Estados Unidos juntas. El partido Comunista chino, ejerce control absoluto en un país sin libertades de expresión, sindicales o políticas.
No seamos ingenuos, el camino de América Latina debe estar marcado por la integración y un antiimperialismo constructivo sin ceguera política. Hay señales de cambio en el escenario internacional: el cese al fuego entre Hamas e Israel, la renuncia del primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau. A ello se suma los anuncios por parte de los líderes de las grandes empresas tecnológicas, sobre la puesta en práctica de una mayor tolerancia en las redes sociales.
En Estados Unidos se hace notorio un repliegue del llamado "wokismo". Los incendios devastadores que están afectando California, han afectado incluso "grandes mansiones" en Hollywood, causando conmoción internacional. El escenario dantesco, parece ser el preludio de un cambio en la decadente industria del cine norteamericana.
Donald Trump, no oculta sus diferencias con el gobierno de Claudia Sheimbaun (México), tan gentil con los gobiernos de Cuba y Venezuela. El Departamento de Estado a cargo de Marco Rubio, representa un hálito de esperanza para la oposición venezolana liderada por María Corina Machado. El presidente electo de Venezuela, Edmundo Gonzalez Urrutia asistirá a la asunción de mando de Donald Trump en el Capitolio.
Hay un nuevo alineamiento político en América Latina. El Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y el castrochavismo no ocultan su preocupación. La libertad se condice con la dignidad humana. Es momento de poner fin a las tiranías en América Latina, sentando las bases del crecimiento económico a largo plazo.
Donald Trump parece distante de los lobbies que alientan el aumento del gasto militar y las guerras internacionales. Su mirada con respecto a China es muy crítica, entendiendo la vocación que anima al gigante asiático, impulsor de la "ruta de la seda". Trump mira con cierto desdén a la OTAN, siendo tal vez un mejor interlocutor para sostener conversaciones con Vladimir Putin.
El liderazgo de Trump, hoy está mucho más legitimado que a inicios de su primera administración.
El Perú y América Latina deben afianzar los procesos de integración e insertarse mejor en la economía internacional. No dudo que el tema del Canal de Panamá es una respuesta política, frente a la cada vez mayor presencia de la República Popular China en los puertos de la región. Estados Unidos, China y Rusia no ocultan su vocación imperialista, mientras que la Unión Europa se sumerge en la crisis de un "Estado de Bienestar" oneroso y desfinanciado.
América Latina debe afirmar su libertad y buscar su propio destino.