Donald Trump ha anunciado el inicio de una "nueva era" para los Estados Unidos, asegurando que será prioridad para su nueva administración reducir el desempleo y la inflación, reindustrializar el país, alentando el retorno de decenas de empresas e industrias que optaron por establecerse en el exterior. El alza de aranceles para sus socios comerciales Canadá y México, representa una medida proteccionista que colisiona con el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica; sin embargo, podría convertirse en un arma de negociación.
Si analizamos su discurso de investidura, las medidas dictadas y las acciones desplegadas en los primeros días de su administración, se puede colegir que existe la clara decisión de honrar sus promesas de campaña en el plazo más breve. No se trata sólo de locuacidad y gestos, sino de decisiones y acciones. Donald Trump se siente legitimado por la contundente victoria alcanzada, mostrando inmediatez en la toma de decisiones. No puede negarse que el llamado "efecto Trump" está marcando el acontecer internacional. La liberación de rehenes israelíes y la puesta en libertad de palestinos, en el marco de un "cese al fuego" en Medio Oriente, son muestras alentadoras. Existe la impresión que la invasión de Rusia a Ucrania, podría tomar un giro inesperado en el corto plazo, superándose las barreras existentes. Estados Unidos pretende fortalecer su liderazgo internacional, siendo la actual administración muy crítica respecto al financiamiento de la OTAN, el papel de la Organización Mundial de la Salud y otros organismos multilaterales.
Donald Trump ha cuestionado abiertamente la llamada "cultura woke" en su mensaje a la nación, siendo categórico al afirmar el papel de hombres y mujeres en la sociedad, el rol de la familia tradicional y la reiterada invocación a Dios. No puede obviarse las plegarias pronunciadas por representantes de distintas confesiones religiosas, como parte de los actos oficiales desarrollados el pasado lunes 20 de enero.
Desde la oposición demócrata, se pretende asegurar que el gobierno de Donald Trump será el gobierno de los magnates y multimillonarios. En Estados Unidos prima la separación de poderes, los pesos y contrapesos, las elecciones de "medio tiempo" son parte de las reglas democráticas establecidas. La política migratoria tiene signos de severidad; sin embargo, hay que reconocer que son consecuencias de las políticas laxas puestas en marcha por la administración Biden. Las "olas migratorias" de los últimos años han sido acentuadas por las severas crisis que afrontan las economías fallidas de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití. Crisis económicas agravadas por la represión impuesta por tiranos como Nicolás Maduro, Díaz Canel y Daniel Ortega. La designación de Marco Rubio como Secretario de Estado, en mi concepto responde no sólo a una muestra de confianza hacía un Senador de ascendencia cubana, sino a un cambio de estrategía respecto a las relaciones con América Latina.
Estados Unidos a lo largo de la historia se ha relacionado de manera diversa con nuestra región. La invasión a Nicaragua en los años treinta, a República Dominicana en los sesenta o la invasión de Panamá en 1989, son solo una muestra de políticas del "garrote" que acontecieron en el siglo XX. Invasiones o intromisiones por un lado, han tenido giros durante la Segunda Guerra Mundial o durante los años de la "Alianza para el Progreso". Con el presidente Clinton se propuso la "Iniciativa para las Américas", con el presidente Bush se planteó el ALCA y la firma de Tratados de Libre Comercio. México en 1994 y posteriormente Chile, Colombia y Perú han suscrito TLC’s con Estados Unidos. El ALCA fue cuestionada por el Foro de Sao Paulo y por los líderes del llamado "socialismo del siglo XXI". El papel nefasto de Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, entre otros, no puede ser olvidado. El castrochavismo ve con preocupación la nueva administración de Trump.
El fraude electoral del 28 de Julio y la permanencia de Nicolás Maduro en el poder, en contra de la voluntad de la amplia mayoría de los ciudadanos venezolanos, desafía la dignidad de un pueblo.
Por su parte, la crisis desatada en Colombia, los enfrentamientos entre los disidentes de la FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) están poniendo en vilo a todo un país. Colombia creyó que con la firma de los Acuerdos de Paz durante el gobierno del presidente Santos, se pondría punto final a largas décadas de violencia desatada por las guerrillas marxistas castristas, que luego devinieron en "brazo armado" de los cárteles de la droga. Los Acuerdos de Paz han fracasado, aún disidentes de la FARC continúan en los montes, sin deponer las armas. El presidente Gustavo Petro propuso la "paz total", buscando el diálogo con el ELN y los disidentes. El fracaso está a la vista de todos, cuando los enfrentamientos armados entre ambos grupos no han cesado y en los últimos días miles de pobladores se ven obligados a abandonar sus casas y pueblos ante la violencia desatada. La lucha por el control de las "rutas de la droga" prima en una guerra abierta entre "falsos revolucionarios", convertidos en organizaciones criminales al servicio del narcotráfico. La zona de frontera entre Colombia y Venezuela, hoy concita la atención internacional.
El presidente Petro ha dictado medidas extraordinarias en los últimos días, mientras que Nicolás Maduro acusa a los "paramilitares" establecidos en Colombia. Hoy Venezuela se ha convertido en un "narcoEstado" en manos del "cártel de los Soles", mientras que el presidente Petro no es capaz de reconocer el verdadero móvil del enfrentamiento entre tropas del Ejército de Liberación Nacional y los disidentes de la FARC.
La administración Trump ha decidido dar trato jurídico de organizaciones terroristas, tanto al "tren de Aragua", como a los cárteles de la droga que están poniendo en zozobra la seguridad del país. El "tren de Aragua" está actuando en numerosas ciudades de Estados Unidos, como es claro que los "cárteles de la droga" erosioman la extensa frontera sur.
Es evidente que Gustavo Petro con su anunciada "paz total" y el ex presidente López Obrador con su declaración de "abrazos y no balazos" han fracasado. Los "cárteles de la droga" se han insertado en la política mexicana, controlando parte del territorio nacional. Claudia Sheimbaun está siguiendo la política de López Obrador. Las economías ilegales en manos del narcotráfico internacional, son una amenaza para la seguridad interna y son parte del negocio multimillonario del narcotráfico internacional.
La estrategía del presidente Alvaro Úribe fue cambiada por el presidente Juan Manuel Santos. La violencia prevalece en Colombia, ante la mirada sesgada del presidente Gustavo Petro. El análisis de la nueva política migratoria de la administración Trump, no puede soslayar como elementos de análisis la existencia del crimen organizado transnacional y de los cárteles de la droga.
Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, tiene claro que debe cumplir con su electorado que tiene una mirada alejada de la política exterior y de los avatares de América Latina.
La lucha por la libertad y el fin de las tiranías es un imperativo. América Latina debe comprender que debe deponer todo tipo de tiranías, para que en democracia se haga posible alentar políticas de largo plazo, que generen crecimiento y reducción de la pobreza.
Si para muchos latinoamericanos llegar a Estados Unidos es un propósito y objetivo de vida; por el contrario tratemos que el bienestar y la felicidad sean alcanzados en nuestras tierras.
Estados Unidos es una potencia económica y militar que compite por la hegemonía mundial.