La Navidad es una época del año que debería estar llena de paz, alegría y unión familiar. Sin embargo, mientras muchos celebramos rodeados de nuestros seres queridos, hay comunidades en el mundo que sufren el horror de la violencia y la incertidumbre. Este es el caso de varias comunidades cristianas en Nigeria, que durante la última temporada navideña enfrentaron una serie de ataques devastadores que empañaron las celebraciones.
En diciembre de 2024, se reportaron múltiples ataques contra comunidades cristianas en Nigeria, especialmente en el estado de Benue. Según informes de Aid to the Church in Need (ACN), uno de los ataques más mortales ocurrió el día de Navidad en la localidad de Anwase, donde al menos 47 personas perdieron la vida, incluidos niños y adultos. Esta tragedia pasó casi desapercibida en los medios internacionales, dejando a muchos en la oscuridad sobre la difícil situación que enfrentan sus hermanos en la fe.
La diócesis de Gboko, que abarca parte del estado de Benue, ha sido un epicentro de la violencia en los últimos años. El padre Isaiah Ter, director ejecutivo de Caritas en la diócesis, informó que, además de las pérdidas humanas, los atacantes destruyeron ocho iglesias católicas, la casa parroquial, clínicas y escuelas. Este nivel de violencia no solo causa dolor inmediato, sino que también tiene un impacto duradero en la comunidad, despojándola de sus recursos y su capacidad para funcionar.
El ataque de Navidad no fue un incidente aislado. En la última década, la diócesis ha sufrido numerosos ataques, resultando en la destrucción de más de 20 comunidades y 32 iglesias. En un solo año, desde enero hasta noviembre de 2024, aproximadamente 100 personas fueron asesinadas, y el reciente ataque elevó el número de muertos a casi 150. La violencia ha generado un aumento alarmante en el número de desplazados internos, con más de 14,000 personas desplazadas en la región.
La situación en Benue es compleja. El estado se encuentra en el Cinturón Medio de Nigeria, una región que separa el sur, predominantemente cristiano, del norte, mayoritariamente musulmán. Este territorio ha sido escenario de conflictos interreligiosos y disputas territoriales, especialmente entre los pastores fulani, generalmente musulmanes, y los agricultores cristianos. Con el acceso a armas automáticas, los pastores fulani han intensificado su violencia, lo que ha llevado a una escalada de los ataques contra las comunidades cristianas.
Aunque el papel de la religión en estos actos de violencia no siempre es claro, hay temores de que las tensiones étnicas y territoriales estén siendo utilizadas como instrumentos de movimientos islamistas extremistas. La diócesis de Gboko ha hecho un llamado constante al gobierno para que refuerce la seguridad y actúe con firmeza contra estos ataques, pero la situación sigue deteriorándose.
La Iglesia Católica en Nigeria ha estado trabajando incansablemente para ayudar a los afectados por la violencia. A través de organizaciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada, se han brindado ayudas de emergencia a los desplazados. Sin embargo, la magnitud del sufrimiento supera las capacidades de respuesta inmediata. La comunidad local enfrenta un desafío monumental para reconstruir lo que ha sido destruido y apoyar a aquellos que han perdido todo.
La falta de cobertura mediática sobre estos eventos es alarmante. Mientras que las noticias sobre celebraciones navideñas en otras partes del mundo llenan los titulares, la difícil realidad de los cristianos en Nigeria queda en el olvido. Esta desatención resalta la necesidad de una mayor conciencia de la iglesia universal, sobre las realidades que enfrentan nuestros hermanos y hermanas en la fe.
En un mundo supuestamente tan globalizado y conectado, es imperativo que abramos los ojos a las realidades de aquellos que sufren. La violencia y la persecución religiosa no son problemas lejanos; son cuestiones que afectan a personas reales, familias y comunidades que merecen nuestra atención y apoyo.
Reflexionemos sobre cómo podemos contribuir a cambiar esta narrativa. ¿Qué medidas podemos tomar para educarnos y sensibilizarnos sobre la situación en Nigeria y en otras partes del mundo donde la violencia empaña la paz y la alegría? Ya sea a través de la difusión de información, el apoyo a organizaciones benéficas que trabajan en estas áreas o simplemente alzando nuestra voz en favor de quienes no tienen voz, cada pequeño esfuerzo cuenta.
La Navidad debería ser un momento de esperanza y renovación, no solo para nosotros, sino también para aquellos que enfrentan adversidades inimaginables. No olvidemos a nuestros hermanos y hermanas en Nigeria y en otras partes del mundo. La verdadera celebración de la Navidad implica reconocer el sufrimiento de otros y actuar para aliviarlo. Juntos, podemos trabajar para que la paz y la alegría sean una realidad no solo en nuestras casas, sino en todas partes del mundo.