El escudo de armas de la república del Perú, creado en febrero de 1825 –símbolo de la patria que se aproxima a los dos siglos de existencia–, constituye parte del pabellón nacional cuando en la faja blanca del centro de la bandera nacional se le representa con una palma a la derecha y una rama de laurel a la izquierda.
Vale recordar que la palma simboliza la victoria y, dentro de la iconografía cristiana, el martirio. Por su lado, el laurel alude al poder y al triunfo. Basta repasar la historia del periodo independentista del Perú, hasta 1824, para comprender que ambos símbolos fueron tanto cuidadosa como acertadamente escogidos para formar parte del pabellón nacional durante la sesión presidida por el sabio José Gregorio Paredes, otrora alumno de la Real Academia Náutica de Lima, predecesora de la actual Escuela Naval del Perú.
Sin embargo, el Perú es un país donde la sabiduría popular ha tenido más protagonismo que la científica; ejemplo de ello es la versión difundida y aceptada de que las dos puntas dobladas de la palma del escudo aluden a las entonces provincias cautivas de Tacna y Arica.
Dicho esto, y antes de que los patrioteros y leguleyos se sonrojen, bien se les podría preguntar qué norma estableció aquel significado. De encontrarse dicha norma, habría que cuestionar por qué se mantiene en la iconografía si Tacna regresó al territorio peruano en 1929.
Por otro lado, si esas famosas dos puntas dobladas se refieren a las cautivas y luego a la perdida provincia, la consulta cae de madura: ¿Por qué no se tienen más puntas dobladas si el Perú perdió amplios espacios geográficos frente a varios vecinos a lo largo de los siglos de vida republicana? Una más: ¿Por qué existen puntas dobladas en versiones del escudo anteriores a 1883, fecha del Tratado de Ancón? O, ¿Por qué existen pabellones nacionales sin ninguna punta doblada bien entrado el siglo XX?
Respecto a la bandera nacional, el distinguido historiador Héctor López Martínez escribió en El Comercio (7/VI/2022) sobre la verdad de los colores de la bandera creada por José de San Martín (“Día de la bandera: el origen de nuestro símbolo, que nada tuvo que ver con el sueño de San Martín”), a lo que debo añadir la versión del primer historiador de la República, Mariano Felipe Paz Soldán, quien atribuyó dichos colores a las banderas de Chile y de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Los antiguos peruanos, hombres letrados y formados en las reflexiones de los clásicos griegos y romanos, supieron fundamentar sus iniciativas simbólicas basándose en los pilares de la civilización cristiana-occidental. Retornar a los clásicos o a las fuentes permite conocer las causas de muchas cosas, tal como lo mencionó (obvio que, con otras palabras) Aristóteles en su Metafísica.