La verdadera trama del progresismo en el mundo se ha ido develando, tanto por los estragos que ocasionan en otras partes del mundo (provocando migraciones criminales, alimentando el odio contra las religiones y los conservadores), como por evidenciarse la sistemática estrategia que aplican para “resetear” (reiniciar) la humanidad. Esta afirmación parece de locos, pero no lo es. Cada día descubrimos, con poco asombro, el “trabajo” paciente, silencioso, intenso, engañoso, organizado y mundial que han venido realizando ante la vista y paciencia (o inacción) de todos durante años para cumplir con esta monstruosa “reducción de la población mundial”, causando caos y destrucción desde el “canto de sirena” llamada “agenda 2030”.
Por eso hacemos una autocrítica necesaria quienes por años estudiamos una sola versión del fenómeno social-comunista, el lado “marxista-leninista” (incluido el maoísmo) y sus nefastas consecuencias de generar mas de 300 millones de muertos para imponer su sistema, y no vimos venir el “tsunami” progresista que avanzaba silencioso, “políticamente correcto” con “intelectuales” y personajes que encarnaban la supuesta “reserva moral e intelectual” en todas partes del mundo incluyendo el Perú. Andábamos ciegos, ¡Pero ya no!
Por eso, sostenemos con convicción, que el progresismo es la “mutación” del marxismo leninismo (y también del maoísmo), una deformación (o revisionismo como acostumbran llamar los social-comunistas) creada por Antonio Gramsci, como un cuestionamiento filosófico y político a los métodos comunistas de tomar el poder y manejar las sociedades. Gramsci advirtió que, pese a que se ganaban “revoluciones” promovidas por los comunistas, los cambios sociales, de la cultura y de las ideas, no se daban en los hechos. Desde su encarcelamiento por enfrentarse a Musollini, Gramsi escribió casi clandestinamente, los cuadernos que reinventaron el socialismo, llamado hoy, el progresismo.
El pensamiento gramsciano sostiene que los comunistas yerran cuando plantean que para cambiar una sociedad, una cultura, costumbres e ideas (las superestructuras) se debe empezar por una revolución que implique utilizar de manera violenta las formas sociales existentes (sindicatos, organizaciones sociales, milicias, partidos, intelectuales, trabajadores, campesinos) a lo que llamó “las estructuras”. Él plantea que, por el contrario, primero deben cambiar “las superestructuras” (ideas) para cambiar “las estructuras” (como el trabajo, el capital y las relaciones económicas). Es decir, la “estrategia” social comunista, para Gramsci, estaba al revés.
A partir de ahí todo es historia conocida (aunque no comprendida), porque la progresía de manera sigilosa, tomó posición a nivel mundial de la academia (Harvard, PUCP, entre otras), los sistemas políticos (gobiernos progres), judicial (jueces y fiscales caviares), comunicacional (medios al servicio de los progres) y del sistema interamericano de Derechos humanos (CIDH), llegando incluso a infiltrarse en la ONU y la OEA. Alucinante realmente.
Para cumplir sus objetivos, se debe destruir a la familia oponiéndole el homosexualismo (reducir la procreación natural), el aborto (menos niños) y el feminismo exacerbado (la mujer odia al hombre), destruir la fe religiosa dividiéndola y haciéndola enfrentar con otras (musulmanes, etc) e interviniendo en la soberanía de las naciones, como meterse en asuntos de los mares, las selvas, los DDHH, entre otros.
Sospecho que muchos son ignorantes de esta trama macabra que también se desarrolla en el Perú de manera muy pertinaz, y quienes la representan son Gustavo Gorriti, Vizcarra, Basombrío, Gino Costa, Rubén Vargas, García Sayán, RMP, y tantos otros impresentables de izquierda, centro e incluso de derecha (algunos liberales) conocidos como “la mafia caviar”, quienes han desatado una guerra contra la derecha peruana, una cacería contra quienes somos conservadores y libertarios, los hemos puesto en evidencia y los combatimos con convicción.
Por eso solo nos queda decirles que no se dejen engañar, que investiguen, descubran, pregunten, y tomen una posición, para no seguir ciegos e inmóviles mientras nos “despellejan”, es hora de enfrentarlos a “sangre y fuego” (político) hasta neutralizarlos. Es necesidad histórica para el país. ¡Sí se puede!