Pataz ha reactivado su actividad minera tras 30 días de paralización. Y, como era previsible, algunos sectores ya lanzan una nueva ofensiva mediática: titulares alarmistas que acusan a los mineros de alimentar la criminalidad en la zona. Una narrativa perversa que no solo distorsiona los hechos, sino que ataca frontalmente a una actividad que es, hoy por hoy, el principal motor de la economía peruana.
Hablemos claro: sin minería, el Perú no camina. Este sector genera más del 60 % de los ingresos que sostienen al país. Millones de peruanos dependen directa e indirectamente de la minería. Cada dólar que entra por exportaciones mineras financia infraestructura, programas sociales, salud, educación. Demonizar esta actividad no solo es irresponsable: es un atentado contra la base misma de nuestra economía.
El problema es que se ha instalado una narrativa simplista y profundamente dañina: “minero informal igual a delincuente”. Una mentira que se repite para justificar ataques injustos y políticas equivocadas.
En el Perú, la minería ilegal es aquella que se desarrolla en territorios prohibidos, destruye los recursos naturales y está vinculada a mafias criminales. Es un delito que debe combatirse sin tregua. Pero la minería informal es otra cosa: son pequeños productores, en zonas permitidas, que aún no han culminado su proceso de formalización por culpa de un aparato estatal burocrático e ineficiente. No son criminales. Son trabajadores que quieren aportar legalmente al país.
Tras la reactivación minera en Pataz, algunos medios —con evidente sesgo ideológico— han optado por confundir a la opinión pública. Han mezclado conceptos de manera deliberada, llamando “ilegales” a mineros que están en pleno proceso de formalización. Y peor aún: los responsabilizan por el accionar de mafias que, en realidad, los extorsionan y atacan.
Hay que decirlo sin ambigüedades: los mineros no son los culpables. Son víctimas de estas mafias, que les cobran cupos y los amenazan. En lugar de respaldar a los pequeños mineros que buscan formalizarse, desde ciertos sectores se prefiere estigmatizarlos y desprestigiarlos.
Esto no es casual. Hay grupos que buscan socavar la minería porque saben que es el corazón de la economía nacional. Si logran debilitarla, debilitan al Perú.
Por eso, frente a esta ola de desinformación, es urgente defender con firmeza la actividad minera. No solo por justicia con quienes trabajan en ella, sino por el futuro de todos los peruanos. Sin minería, no hay país. Y si seguimos atacando a quienes sostienen nuestra economía, las consecuencias las pagaremos todos.