OpiniónDomingo, 22 de junio de 2025
La ONU promueve aborto y esterilización a niñas, por Steven W. Mosher*
Steven W. Mosher
Fundador de Population Research Institute

Como parte de su constante promoción y defensa de los “derechos reproductivos”, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) continúa operando bajo una premisa ideológica clara: los niños por nacer no tienen derechos, y el planeta estaría mejor con menos personas. Fundado en medio del temor de la explosión demográfica que dominó el discurso global durante la segunda mitad del siglo XX, UNFPA ha estado históricamente orientado hacia la reducción de la población humana. Sus informes anuales se han centrado en combatir el crecimiento poblacional, promoviendo sistemáticamente el aborto, la esterilización y la anticoncepción como herramientas para controlar lo que denomina “sobrepoblación”.

Sin embargo, el escenario ha cambiado drásticamente. La población mundial comienza a estabilizarse, decenas de países enfrentan un desplome demográfico sin precedentes, y el organismo ha perdido el financiamiento que recibía de Estados Unidos. Y en este contexto, UNFPA busca reinventarse.

Su informe más reciente, Estado de la Población Mundial 2025, está dirigido principalmente a convencer a sus donantes de que la verdadera “crisis de fertilidad” no es el descenso de las tasas de natalidad, sino una supuesta “falta de agencia reproductiva”.

Según el documento, esta agencia debe aplicarse desde el momento en que una niña alcanza la pubertad —el informe afirma que puede ser “tan temprano como a los 10 años”— y consiste en liberarla de cualquier tipo de control o influencia social respecto a su vida sexual. El organismo plantea que niñas y adolescentes deben tener acceso a educación sexual, anticoncepción, esterilización, aborto e incluso tratamientos de fertilidad, si así lo desean, para poder tomar lo que califica como “decisiones informadas y voluntarias sobre la reproducción”.

Es legítimo cuestionar si una niña de 12 años, lejos de requerir aliento para iniciarse en la actividad sexual, no necesita más bien protección, contención y guía. La idea de que estas menores pueden tomar decisiones maduras y autónomas sobre su fertilidad bajo el argumento de la libertad individual resulta profundamente alarmante.

En cuanto a cómo se pretende garantizar universalmente la “agencia reproductiva” y la “autonomía corporal”, UNFPA propone una serie de medidas:

  • Educación sexual universal, con el fin de promover la “toma de decisiones informada”.
  • Acceso universal a todos los métodos anticonceptivos disponibles, desde preservativos hasta la píldora del día siguiente. El organismo sostiene que esto es indispensable para prevenir los “embarazos no planificados que afectan a uno de cada tres adultos a nivel mundial”. No obstante, omite explicar que considera “no planificado” a todo embarazo que no haya sido expresamente buscado, lo que infla artificialmente las cifras.
  • Acceso universal al aborto, presentado como componente esencial de la autonomía reproductiva. En este punto, UNFPA reitera la afirmación, ampliamente refutada, de que las leyes provida que protegen al no nacido son responsables de altas tasas de mortalidad materna, al obligar a recurrir a abortos inseguros. Una afirmación tan absurda como sostener que las barandas en una autopista provocan accidentes por impedir que los autos se despeñen con estilo.
  • Fertilización in vitro (FIV) gratuita para todos, con especial énfasis en países como India, donde —según el informe— 27,5 millones de parejas enfrentan problemas de fertilidad y los servicios públicos son escasos.

Pero el documento no se detiene ahí. UNFPA propone medidas que apuntan a un rediseño radical del tejido social, alineadas con las premisas del marxismo cultural:

  • Garantizar que los servicios de anticoncepción, esterilización, aborto y FIV estén disponibles para “grupos marginados, como personas solteras y LGBTQIA+”.
  • Eliminar las “normas patriarcales que limitan las decisiones reproductivas”. Esto implica, en términos prácticos, el rechazo del modelo de familia tradicional y la validación de cualquier tipo de arreglo sexual o reproductivo, desde el matrimonio homosexual hasta la poligamia.
  • Que los gobiernos aseguren “vivienda asequible y empleo digno” a toda la población, una declaración que bien podría entenderse como un respaldo indirecto al modelo socialista del “todo gratuito”.
  • Que se implementen políticas activas para mitigar el “cambio climático”. Es cierto que el discurso alarmista sobre el calentamiento global ha llevado a muchos jóvenes a optar por no tener hijos. Pero la solución no es desmantelar la economía mundial prohibiendo el uso de combustibles fósiles, sino poner fin a la manipulación del miedo.

Igualmente reveladoras son las políticas que UNFPA rechaza. Tras décadas insistiendo en que los gobiernos debían implementar políticas estrictas de planificación familiar para reducir el crecimiento poblacional —respaldando incluso la brutal política del hijo único en China— ahora el organismo se opone con vehemencia a cualquier intento estatal por estimular la natalidad.

Por ejemplo, advierte contra los bonos por nacimiento, calificándolos como “políticas pro natalistas coercitivas”. Asimismo, condena los esfuerzos de los gobiernos por alcanzar metas de fertilidad, a los que describe como ineficaces y potencialmente violatorios de los derechos reproductivos.

Esta postura revela una profunda animadversión hacia la vida humana. Cuando los gobiernos restringían la fertilidad de las parejas casadas, UNFPA celebraba sus esfuerzos y les proporcionaba anticonceptivos gratuitos. Hoy, cuando algunos Estados intentan revertir el declive demográfico para garantizar el sostenimiento de sus sistemas sociales y la atención a sus poblaciones envejecidas, el organismo se erige como defensor de los derechos humanos, denunciando violaciones imaginarias y censurando políticas como las que Estados Unidos explora para elevar su tasa de natalidad.

Frente a la escasez de mano de obra derivada del desplome de los nacimientos, la propuesta de UNFPA no sorprende: inmigración masiva. Esto, ignorando los graves problemas sociales, económicos y culturales que conlleva una transferencia poblacional descontrolada.

En definitiva, a pesar de su retórica sobre la “agencia reproductiva”, UNFPA sigue siendo lo que siempre ha sido: una organización radical, anti-familia y anti-natalidad, que promueve no solo el aborto y la anticoncepción, sino una agenda ideológica de izquierda a escala global.

Por mucho que hable de derechos, sus líderes niegan los más fundamentales a los seres humanos más vulnerables: los niños por nacer. Para UNFPA y sus líderes, el mundo estaría mejor si hubiera menos personas.

Estados Unidos ha hecho bien en cortar toda relación con esta entidad.

(*) Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Lifesitenews.

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