OpiniónDomingo, 17 de agosto de 2025
Startup del Berrinche, por Tony Tafur
Tony Tafur
Periodista

El soldadito del Partido Morado, Carlos Ezeta —ese que en 2020 golpeó a un parlamentario en nombre del ahora preso Vizcarra para luego disculparse en público entre lágrimas— reapareció esta semana como la secuela de una película que nadie pidió. Su retorno, sin embargo, vuelve a poner en vitrina a la llamada “Generación del Bicentenario”: esa masa juvenil manipulada que, en plena pandemia, se creyó protagonista de una revolución francesa y terminó convertida en una simple anécdota de YouTube.

Esa generación fue, en realidad, la que llamaremos la startup del berrinche: ruido inicial, capital de entusiasmo barato y un marketing agresivo en redes. Como toda empresa sin modelo real, quebró en silencio. La épica de la Plaza San Martín no sobrevivió ni un trimestre de balances: no dejaron partidos, no dejaron líderes, no dejaron ideas. Dejaron solo fotos filtradas en Instagram y un relato prefabricado por los mismos medios que hasta hoy venden a Vizcarra como mártir.

Pero la pregunta no es solo qué fueron, sino qué representan ahora. Esa manada de seudolibertadores que corearon religiosamente lo que le decían como si fueran los refundadores de la República, hoy está atrapada entre el desencanto y el cinismo. Muchos se reciclaron en ONGs caviares, otros se mimetizaron en colectivos “progres”, y la mayoría simplemente se fue a hacer TikToks sobre astrología y perritos. Pero ojo que el ADN sigue allí: el de una generación que confundió justicia con tendencia, política con playlist, y democracia con el like fácil.

Y aquí viene la advertencia. Porque el 2026 trae algo nuevo: se viene una nueva masa de jóvenes que votará por primera vez. Y ahí está el verdadero riesgo: que esta nueva generación copie el libreto equivocado. Que repita la ingenuidad de salir a marchar por un corrupto disfrazado de héroe. Que otra vez prefiera el espectáculo antes que la verdad. Si eso pasa, no habremos aprendido nada.

La vacuna está clara: criterio. El antídoto contra la manipulación no es un hashtag, es memoria. No basta indignarse: hay que saber por qué. No basta gritar: hay que construir. La verdadera “generación del bicentenario” será la que llegue al 2026 blindada contra la estupidez, capaz de detectar al farsante antes de que lo coronen como salvador, y lo más importante, dispuesta a exigir instituciones sólidas, no influencers republicanos.

Lo que Ezeta y compañía revelan es algo más profundo: en el Perú, los estallidos juveniles han sido históricamente funcionales a proyectos políticos que nunca controlaron. Pasó en los 70 con los estudiantes manipulados por el velasquismo, pasó en los 80 con la izquierda universitaria sirviendo de incubadora senderista, y pasó en 2020 con Vizcarra, que hizo del entusiasmo juvenil su escenografía barata. La diferencia es que hoy, el poder no necesita fusiles ni manifiestos, basta con un trending topic bien administrado.

Ese es el ADN que hay que desarmar antes de que sea tarde. Porque la “generación del bicentenario” no fue una fuerza transformadora, sino un caso de estudio: cómo un país con instituciones frágiles puede convertir el berrinche en política de Estado. Y si no lo corregimos, el 2026 puede ser otro remake de la misma tragicomedia.