OpiniónSábado, 30 de agosto de 2025
Funko-marxismo, por Tony Tafur
Tony Tafur
Periodista

La izquierda siempre necesita un monstruo que perseguir. Cuando no lo encuentra, lo inventa. Y Sigrid Bazán, con su último proyecto de ley, ha decidido declarar la guerra… a los relojes, a los diamantes y hasta a los muñecos de colección. El enemigo del pueblo ya no es el contrabando ni la evasión: es tu anillo de compromiso.

El plan suena heroico en Twitter: un impuesto del 1 % a los bienes de lujo que superen cinco UIT. En la práctica es un chiste caro. No es un impuesto contra la riqueza, es un impuesto contra la decoración. Una ley diseñada para castigar símbolos visibles y dejar intactos los agujeros negros de la economía: la evasión, la informalidad y la corrupción.

Y ahí está la genialidad: convertir a la SUNAT en tasador oficial de arte, joyas y memorabilia. La misma entidad que se enreda con el valor de un terreno en Comas ahora decidirá si tu muñeco de Star Wars paga tributo. De pronto, los burócratas se vuelven críticos de Sotheby’s. Kafka haciendo prácticas en la Gerencia de Fiscalización.

El resultado ya se conoce: los peces gordos nadan libres, los medianos terminan en la sartén. El gran empresario se blinda, el coleccionista local paga. Y mientras tanto, la verdadera obscenidad sigue intacta: un país donde la evasión tributaria es más grande que cualquier colección de Rolex, donde las mafias importan contenedores enteros sin pasar por aduanas, y donde el Estado es incapaz de cobrar lo básico. Ese es el lujo real, pero ahí nadie se mete, porque no genera trending topic.

El progresismo funciona como feria: necesita espectáculos baratos. Hoy el show es contra los relojes. Mañana contra los anillos. Pasado mañana contra los billetes antiguos. Es la gimnasia simbólica de siempre: inventar enemigos fáciles para no tocar los problemas difíciles. Y Sigrid Bazán, en vez de discutir cómo ampliar la base tributaria o cómo frenar la corrupción, prefiere posar como fiscal de joyerías.

En un país donde la política se ha vuelto un circo, el lujo más obsceno no es un diamante ni un avión privado. El lujo más obsceno es tener congresistas que creen que gobernar es perseguir vitrinas. Y en esa pasarela de ocurrencias, Bazán no legisla: modela.

Bazán quiere gravar el lujo. Mejor que el Congreso apruebe un impuesto a la estupidez y al absurdo: con la izquierda al mando, la recaudación sería millonaria.