Perú Libre se desmigajó en el Congreso. Ya había una antesala de esta división: la distancia entre Pedro Castillo y el secretario del partido Vladimir Cerrón en la campaña presidencial. Este último nunca llegó a ser vicepresidente ni ministro y, se supone, tampoco asesor, al menos no uno directo. Sin embargo, supo cómo filtrar, sobre todo desde su cuenta de Twitter, su guion de país para recordar al presidente que solo fue un intermediario y no un fin. Esto minó el norte de un partido que tenía al inicio 37 parlamentarios y que hoy, casi 11 meses después, bajó un escalón, se fueron 19, y le dejó la posta a Fuerza Popular, que tiene 24 congresistas. ¿Cómo se llegó hasta aquí?
El fin llegó antes
Antes de que Castillo ganara la presidencia, este mostraba tácitamente que corría a una latitud distinta de Cerrón —no lo mencionaba y acentuaba su independencia—, quien era su principal socio político, el hombre que lo puso en la carrera al sillón de Pizarro. El secretario del partido, sin embargo, que no quería ser ocultado contra su voluntad, no solo se impuso con publicaciones microscópicas pero telúricas a través de su cuenta oficial Twitter (tenía 21.500 seguidores hasta abril de 2021 y ahora, mayo de 2022, tiene 184.862: 163.362 más) sino que se tomó ciertas atribuciones —no podía ni puede hacer más: está inhabilitado para ejercer cargos publicos por corrupción— como reunirse con Verónika Méndoza para negociar o hasta pedir que se sumen distintos personajes al ruedo. Este ritmo fue la enfermedad preexistente que hoy se traduce en el éxodo del corazón perulibrista.
Fuga en fiestas
La primera dimisión colectiva perulibrista se dio en diciembre del 2021. El 13 de diciembre, el congresista, entonces de la bancada mencionada, Guillermo Bermejo, había promovido una moción de vacancia contra la presidenta del Parlamento, María del Carmen Alva. Contra su propio pronóstico —tiempo después se revelaría que fue una aventura individual—, este intento de descabezar al Congreso fue desestimado el 16 de diciembre y con ayuda de sus mismos colegas: las únicas 16 abstenciones provinieron de su partido. Entre estas, estuvo la de Guido Bellido, que selló la jornada con un abrazo de victoria con Alva. Esto enervó el ambiente y, esa misma noche, Bermejo presentó su carta de renuncia. A él se unieron Hamlet Echevarría y Betssy Chávez.
El congresista Roberto Kamiche estuvo indeciso (“Lo estoy pensando”), en el margen entre el sí y el no, incluso después que Cerrón dijera que el partido no había sufrido ninguna baja, desmereciendo a sus antiguos aliados. Después de fiestas, la duda estalló: el 9 de enero Kamiche oficializó su salida. Y esta misma fecha surgió un nuevo bloque: Perú Democrático. Lo armaron todos los salientes de Perú Libre con Héctor Valer (ex Somos Perú) y Carlos Zeballos (ex Acción Popular). El grupo oficialista se había quedado entonces con 33 legisladores.
Seis por diez
Ya con cuatro gabinetes ministeriales encima en tan solo nueve meses de gestión, sumado a las declaraciones punzocortantes de Karelim López y Zamir Villaverde contra el gobierno de Pedro Castillo, en mayo Perú Libre como corriente hegemónica estaba perdiendo vuelo, y esto se agravó el 11 del mes mencionado. Esa fecha un número considerable de congresistas renunció al oficialismo. Esto se produjo después de la elección de los nuevos seis magistrados del Tribunal Constitucional, que fueron Francisco Morales Saravia, Luis Gustavo Gutiérrez Ticse, Helder Domínguez Haro, Luz Imelda Pacheco Zerga, Manuel Monteagudo Valdez y César Augusto Ochoa Cardich.
Motivados también por el abrazo entre su colega José Balcázar y la presidenta del Congreso, los diez congresistas que salieron de las filas cerronistas fueron Álex Paredes, Pasión Dávila, Francis Paredes, Elizabeth Hermosilla, Segundo Quiroz, Paúl Gutiérrez, Edgar Tello, Germán Tacuri, Katy Ugarte y Lucinda Vásquez. Los mencionados eran de la órbita del presidente Castillo y el primer paso fue construir un nuevo partido: el Bloque Magisterial de Concertación Nacional. Varios días antes que Bellido dijera irónicamente que ahora el presidente Pedro Castillo tiene su propio grupo, Waldemar Cerrón había mencionado que su bancada, que ahora tenía 23, estaba más fuerte que nunca, versión que se desdibujó en el corto plazo.
La posible estocada
El 19 de mayo, Fuerza Popular presentó una moción de censura contra la entonces ministra de Trabajo y Promoción de Empleo, Betssy Chávez. Esta movida estuvo respaldada por Renovación Popular y Avanza País. Se necesitaban como mínimo 66 votos y los tres bloques alcanzaban solo 43.
El ambiente estaba cargado. El 24 de mayo se había presentado una acusación constitucional contra la vicepresidenta Dina Boluarte porque habría infringido la Constitución al ser al mismo tiempo ministra de Desarrollo e Inclusión Social y presidenta del Club Departamental Apurímac, lo cual negó y después, tras un viaje por Suiza donde internacionalizó su versión sobre la supuesta situación política en el país, aceptó.
Así llegó el 26 de mayo, día de la votación de la censura. Unas horas antes de este proceso en el pleno, Vladimir Cerrón apareció por Palacio de Gobierno para una reunión de “aliados” y no de “camaradas” con Pedro Castillo. Horas después, Betssy fue censurada con 9 votos de Perú Libre: Waldemar Cerrón Rojas, Guido Bellido Ugarte, Kelly Portalatino Ávalos, Flavio Cruz Mamani, Américo Gonza Castillo, Margot Palacios Huamán, Alfredo Pariona Sinche, María Elizabeth Taipe Coronado y María Antonieta Agüero Gutiérrez.
Esto volvió a desencadenar una salida y un efecto dominó. El primero en renunciar a Perú Libre fue Jorge Marticorena, el mismo 26. No simuló su posición: “en la política no hay casualidades”, en alusión al encuentro de Cerrón con Castillo. Luego, el 2 de junio fue Oscar Zea, que había sido titular del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, y un día después les siguieron el paso: Jorge Coayla, Elías Varas y Víctor Cutipa. Algunas fuentes señalan que estos parlamentarios, que ahora dejan al oficialismo con 17 curules, armarían otra bancada.
Además de ser un patíbulo para los que vituperan y renuncian a su ideario, el cerronismo se convirtió desde el día uno en un susurro intermitente hacia Castillo, a quien desarrobaron apenas ganó el proceso electoral exigiéndole, cada vez subiendo más el volumen, su pleitesía: capital humano del Ejecutivo: es decir, ministerios. También otros pedidos como la Asamblea Constituyente, nacionalizar el gas y más. Es hasta hoy el ritmo natural que ha ido emborronando su propia base que paradójicamente registró en enero de este año en el Jurado Nacional de Elecciones a 170.000 afiliados, como si fuera un mundo paralelo, y la verdadera representación, una divergencia.