OpiniónViernes, 14 de octubre de 2022
Prohibido fracasar, por Diana Seminario
Diana Seminario
Periodista

Terminadas las elecciones municipales y regionales (aunque siete regiones irán a segunda vuelta) sus protagonistas deberán enfrentar no solo nuevos retos sino mayores responsabilidades. Los derrotados solo esperan el mínimo resquicio para el contraataque en busca de retomar posiciones perdidas.

Si bien Lima no es el Perú, sus autoridades adquieren una visibilidad nacional inevitable y se convierten en actores políticos imprescindibles. Así lo entendieron claramente en su momento Alberto Andrade y Luis Castañeda Lossio, dos alcaldes de Lima que más allá de sus buenas gestiones, supieron entrar al debate político nacional sin problema e incluso hasta lo generaron.

Rafael López Aliaga, virtual alcalde de Lima, parece haber entendido que su elección va más allá de una simple apuesta por sus planes para la ciudad. Como él mismo lo señaló, los comicios del domingo pasado fueron “plebiscitarios”, es decir una respuesta de rechazo o aceptación al terrible gobierno de Pedro Castillo. Lima le dijo no a los aliados de Castillo Terrores, encarnados en Daniel Urresti y George Forsyth.

Por eso, aunque sus críticos digan lo contrario, es importantísima la línea marcada por López Aliaga en el sentido que no se reunirá con Castillo, pues no puede pactar políticamente con quien tiene siete investigaciones fiscales. De un modo u otro, “Porky” honra de esta manera el encargo de sus electores: mantener su perfil opositor.

Que no se crea que porque Castillo y Porky conversan Lima obtendrá más recursos o que si no lo hacen la ciudad irá directamente al abismo. Eso no es cierto, pues ni Castillo es un gestor exitoso ni decide personalmente sobre el presupuesto nacional, para eso existen las instituciones y sus técnicos. Reducir la buena marcha de una ciudad a una cumbre entre el alcalde y el presidente es ignorar el funcionamiento de las instituciones y promover un poder “caudillista” y personalista.

Tras marcar la cancha política vendrá el momento de establecer la línea de gestión desde el primer momento. Políticamente hablando, Porky no tendrá “luna de miel” y se le reclamarán resultados desde el día cero de su administración. López Aliaga no puede darse el lujo de trastabillar, pues los mismos que prefieren el silencio ante la manifiesta incapacidad y corrupción de este gobierno, serán los primeros en poner la lupa sobre Porky.

Las circunstancias actuales son especiales por los que a López Aliaga no le queda otro camino que el éxito en su gestión. Está obligado a ello.

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