El 5 de noviembre, se realizó la multitudinaria marcha nacional en contra de Castillo y su banda (presidencial o delictiva - léase según preferencia). Miles de personas llegaron al centro de Lima para pacíficamente exigir que se rindan cuentas de un Gobierno que deja igual cantidad de dudas (en capacidades y competencias) que de certezas (en actos de corrupción).
Esta marcha pacífica pero con ideales fuertes y aterrizados, que juntó gente de todas clases sociales, económicas y políticas sin distinción de colores y banderas, se vio interrumpida de golpe por bombas lacrimógenas que fueron lanzadas a los asistentes cuando las protestas ya se volvieron incómodas para el Ejecutivo. Los “efectivos del orden”, aunque desde hace un tiempo son totalmente inefectivos y avalan el desorden cerronista, hicieron el trabajo sucio del sombrero y evitaron que la marcha siguiera su curso natural.
1. La vista en la región: Pese a todos los problemas internos y al récord en cambio de ministros de la gestión Castillo (que ha traspasado fronteras), pareciera que en el Perú vemos la cosa peor de lo que se ve de afuera. La semana pasada tuve la chance de participar en un foro internacional de abogados, en la que más de 5,000 abogados tuvimos chance de comentar sobre el desarrollo de la profesión y las oportunidades de inversión en nuestros países. Hablando con gente ligada a inversión extranjera de países vecinos (ya sea a través de procesos de M&A o de infraestructura), veían que si bien el Perú generaba incertidumbres desde lo político, los miedos venían más por el eje socialistón que se podría formar con Lula y Petro en Brasil y Colombia, pero que en el caso de Perú tiene un matiz importante por los candados de su legislación.
2. El deadlock peruano: Castillo puede ser “allegedgly” un criminal, un delincuente; y con total certeza, un incompetente, pero sin una mayoría en el Congreso que lo apoye, se encuentra en modo supervivencia casi desde que comenzó su gobierno. Como la legislación peruana prevé una serie de candados, tanto desde lo que puede hacer el Ejecutivo, como para la posibilidad de una vacancia, sin una mayoría del Ejecutivo en el Congreso, o un Congreso casi totalmente de oposición, estamos atascados (en “deadlock”). (a) Por un lado, es extremadamente difícil cambiar por lo legal la Constitución, y Castillo está blindado por los niños de izquierda y los acomodados de siempre de la vacancia (se necesitan 87 votos), por lo que solo le queda poblar los cargos del Estado con sus amigos para pagar los favores y seguir manteniendo ese blindaje (de ahí la notoria ineficiencia estatal); y, (b) por el otro, el Congreso puede seguir bloqueando cualquier intento de Castillo de tomar más poder (denegando facultades, salidas del país, entre otros), y legislando de la forma que estime conveniente como bloque. Es decir, mantener el status quo.
Anecdóticamente, imagínense lo corrupto que tuvo que ser Vizcarra para que con una Constitución hecha para que sea difícil vacar a un presidente, fuera finalmente vacado.
3. ¿Qué se viene?: Los hechos de corrupción hacen pensar que la vacancia es inevitable en el tiempo (lento, pero seguro) y, en el peor escenario, que una reelección es totalmente inviable. El problema es quién viene después, y los trabajos de comunicación efectiva desde el centro y la derecha tienen que intensificarse para evitar un Castillo 2.0 o un Andahualayzo sentado en el próximo sillón de Pizarro. Queda mucha batalla por pelear.