OpiniónLunes, 21 de noviembre de 2022
Tercermundismo crónico, por Ricardo de la Piedra

La semana pasada, en Mérida (México), se anunció la lista de los 50 mejores restaurantes de Latinoamérica (50 Best Latam). Central fue elegido - meritoriamente creo – como el mejor restaurante de la región, y Maido quedó en tercera posición. Tremendos resultados considerando además que en el Top 10 hay 4 restaurantes peruanos. Orgullo nacional ser reconocidos por enésima vez como los capos de la gastronomía.

En paralelo, la semana pasada las páginas periodísticas en el Perú se pintaban de luto por la muerte de dos bomberos en un lamentable accidente en el aeropuerto internacional Jorge Chávez. Al igual que en el caso gastronómico, por enésima vez pudimos ver el tercermundismo imperante que nos rodea a todo nivel, con los hechos que derivaron del terrible escenario que nos tocó vivir de viernes a domingo.

1. El accidente: Ninguna operación de negocio, ya sea estatal, privada o conjunta, se encuentra libre de errores. Por más que la tecnología ha automatizado muchos procesos y procedimientos, el factor humano sigue siendo determinante en muchas industrias, y las personas – precisamente por esta condición humana – son propensas a cometer errores (y se cometen habitualmente tanto profesional como personalmente). El asunto es el lugar y momento en que se cometen estos errores. Lo del viernes ha sido totalmente desafortunado y se tiene que investigar qué pasó en torre de control para autorizar que tanto bomberos como avión se dirijan al mismo lugar. El asunto no es el infortunio del accidente, sino las consecuencias de este.

2. El plan de contingencia: El país literalmente paró. Se desnudó una vez más la falta de políticos competentes a todo nivel (esta vez histórica, y no solo del gobierno de turno). (i) ¿Cómo puede ser posible que el aeropuerto únicamente cuente con una pista de aterrizaje? Desde el 2001 se tenía concebida la construcción de la segunda pista, con un terreno al costado presto para iniciar proyecto. En pleno 2022 (¡dos décadas después!), se tiene previsto que inicie operaciones recién en 2025; (ii) el cierre de operaciones para mover el avión y revisar fue excesivamente largo, pero esto no hubiera sido tan visible si es que la infraestructura regional aeroportuaria no estuviera en la época de la rueda. Literalmente, cerró el aeropuerto de Lima y se paralizó todo el Perú respecto al transporte de pasajeros. Jalón de orejas a los gobiernos regionales y autoridades del transporte y migraciones.

3. La llegada: Cualquier cabeza pensante se daría cuenta de que una vez reanudadas las operaciones necesariamente habría una gran afluencia de pasajeros, y que migraciones debería estar preparado para recibirlos. Personalmente, sin tener conocimiento alguno en la industria más que los vuelos regulares que puede hacer cualquier persona, hubieran concluido que las autoridades migratorias habrían podido – al menos - separar filas entre conexiones y pasajeros locales y asignar personal adicional para ordenar y “llevar de la mano” a pasajeros que claramente podrían tener un estado mental no tan sosegado luego de estar varados en el extranjero.

4. Aglomeración: De primera mano les cuento (llegué ayer en la noche) que el ganado recibe mejor trato que el que recibimos ayer en el aeropuerto. Ayer hubo una aglomeración de gente que hubiera tomado menos tiempo resolver si además de nuestro tercermundismo en infraestructura, no tuviéramos también un tercermundismo endémico en educación y respeto a las reglas y los demás. Como si se tratara de un concierto, y el control migratorio fuera el escenario, la mal llamada “cultura del vivo” hizo que cada quien quisiera adelantar por donde pudiera haciéndonos perder incluso más tiempo del que la autoridad ya nos había desvalijado.

Ni que decir del “control electrónico automatizado” tan promocionado en los últimos años. Muy bonitas las máquinas a la vista para el que llega, pero por el momento son solo eso. Un monumento a la incompetencia.

Doscientos años de independencia y seguimos siendo un país tercermundista, no solo en infraestructura, sino en educación. La bonanza económica nunca llegó a ponernos “en vías de desarrollo”. Será que, así como el talento culinario es innato, ¿vivir en esta desidia es la cara contraria de esa moneda?

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