El país ha recibido en proporción lo que ha admitido —¿o fomentado?— estos últimos años: una política turística, que oscila entre la vulgaridad y el humorismo, y que sobre todo se aferra al torturante orden de la corrupción. Así permitimos el ingreso al tablero gubernamental de un personaje que bajo un tufillo nietzscheano se computó un superhombre y dijo, con un lenguaje casi ininteligible, que había que superar todo lo que él supuestamente no representaba. Y ahí lo vemos, a puertas de enfrentar una tercera moción de vacancia, considerando que todo esto es solo un “juego político”, incluso tocando, según algunos trascendidos, las puertas de los cuarteles y soltando a su séquito ministerial para que lo expongan como un prospecto de elevación moral. En este irrespirable panorama el círculo chotano ha venido elaborando nuevos croquis para salir del laberinto en el que se han metido.
Como parte de su manual más radical, el Ejecutivo arrancó planteando una cuestión de confianza ante el Pleno. Su objetivo era ganar licencia, desinflando la injerencia del Congreso, para una reforma constitucional vía referéndum. Pensaron que habían puesto a los parlamentarios en aprietos. O rechazaban su cuestión de confianza (y así usaban su primera “bala de plata”, y eso los dejaba a un paso de disolver el mismo Legislativo) o la aceptaban (y así podían someter a una consulta ciudadana si debía instaurarse o no la asamblea constituyente). Ni uno ni otro. El fuero congresal lo declaró improcedente. Y aunque el gabinete lo consideró como un rechazo, luego fueron exhortados por el Tribunal Constitucional a renunciar a esa interpretación porque no estaba dentro de sus márgenes.
Luego, llegó vía delivery el informe que esperaban de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que había enviado previamente a un Grupo de Alto Nivel para radiografiar la encrucijada política, pero partiendo de la supuesta arremetida contra el impoluto gobierno. Aunque en su material concluyeron que la salida a esta crisis es la “tregua” y el “diálogo”, en su sección “Hallazgos” hicieron eco de un desmerecimiento del mandatario por su procedencia, del asedio arbitrario contra este y un largo etcétera que daban cuenta de que la OEA no era un satélite sino otra vena oficialista. Esto, sin embargo, perdió volumen porque inmediatamente el congresista Edward Málaga tramitó la tercera moción de vacancia. Horas después, fue admitida y programada (debate y votación será este decisivo miércoles 7 de diciembre).
Esto aumentó la temperatura del Ejecutivo, que a días de su posible descabezamiento puso como titular del Ministerio de Defensa a Gustavo Bobbio Rosas, ex jefe del gabinete de asesores de la controvertida Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) y confeso incondicional ideológico del etnocacerista Antauro Humala. “Es un amigo al que le doy consejos cuando me los pide y ambos somos nacionalistas”, dijo en una entrevista en el 2019. Antes de su asunción, el rumor de golpe de Estado venía sonando fuerte. Con la llegada de este militar en retiro, la especulación se engrosó. Pero esta presunta falsa alarma quedó ahí. Aunque resultó sorprendente, pero no surreal, cómo la ciudadanía jala más rápido la cuerda de otros murmullos más inofensivos y ciertamente anti-nutritivos socialmente hablando. Olvidan la naturaleza de ciertos elementos progobiernistas de urgencias golpísticas como Guillermo Bermejo, Vladimir Cerrón, y de otros más, que tienen una evidente influencia en las operaciones del mandatario.
En una época, usando las palabras del historiador peruano Jorge Basadre, donde “se duda del Perú y se teme por su porvenir”, donde hay “taras, culpas y errores” que “hacen incrementar los factores de disociación y de integración”, y en el que que “carecemos de victorias y de grandes hombres”, ¿qué es lo que finalmente liberará al ciudadano de su culto al desinterés político, como si fuera de orden fantasmal y de cero daños colaterales? ¿o es que estamos cómodos, como dijo en líneas generales hace poco en una entrevista el filósofo José Antonio Marina, “con líderes fuertes que llevan hasta el límite la legalidad”? No homologo tanto la cualidad de líder con el actual mandatario, aunque este podría haber desarrollado una versión maliciosa de la denominación. Lo cierto es que si sobrevive a esta vacancia pese a las revelaciones del ex director de la DINI, José Fernández la Torre, sobre la corrupción liderada desde Palacio, estaríamos protagonizando la gran negligencia de nuestros tiempos y la historia nacional nos reservará sus peores líneas.