OpiniónMiércoles, 18 de enero de 2023
Mi villano favorito: el Estado, por Diego Gutierrez

Recientemente se publicó una encuesta en medios que alertaba que un poco más del 50% de peruanos está a favor de que el Estado sea dueño de las principales empresas e industrias del país. Más allá de la credibilidad de la encuestadora (que tiene un claro sesgo de izquierda, valga la precisión), conviene analizar dos puntos: (i) ¿cuál es la narrativa detrás de dicha percepción? y (ii) ¿qué se debe hacer para revertir la situación?

La premisa difundida tiene un trasfondo claro: la ciudadanía no estaría “de acuerdo” con que las empresas sean privadas, como sucede parcialmente en la actualidad, y preferirían que las empresas estén a cargo del Estado (el mismo que ni puede administrar bien un sistema de agua y desagüe). Pero, ¿por qué hemos llegado a esta percepción? o, mejor dicho, quiénes han sido los responsables de que esta percepción supuestamente haya calado en la población. La respuesta es sencilla: la izquierda.

Un estandarte que la izquierda (apoyada incondicionalmente por la élite caviar limeña) ha tenido en la batalla cultural ha sido la difusión de una narrativa “engaña muchachos”. Por años se han encargado de generar una falsa dicotomía consistente en: “empresa vs. ciudadanos”, “las empresas son abusivas”, “los malos son ellos y los buenos nosotros”, entre otros. El uso de esta figura se puede ver a menudo en los discursos de absolutamente todos los izquierdistas: “Telefónica y su deuda millonaria, la derecha los protege”, “esas empresas abusivas que no respetan los derechos de los trabajadores”. Pueden apostar que siempre van a utilizar esa retórica.

Desde el punto de vista estratégico ha funcionado y la izquierda ha calado en cierto sector de la población con un discurso falso, pero efectivo. Han logrado meterse al bolsillo a más de un incauto con la estrategia de una falsa unión contra un villano en común. Ellos han encontrado al villano y el “falso enemigo” que han elegido es la empresa privada (sin distinción según su tamaño).

Lo cierto acá es que dicha polarización les sirve como justificación para argumentar por el cambio de nuestro (maravilloso) modelo económico. Necesitan recurrir a narrativas falsas para tal fin, porque en el plano tangible (hechos, estadísticas e indicadores) nunca tendrán razón.

Es por ello que desde la derecha se tiene que difundir una narrativa amigable, verdadera y ofrecer un villano en la historia: el Estado. Esta narrativa no debe responder al discurso embustero de la izquierda, sino ser una alternativa para que la sociedad misma elija y se dé cuenta quién es el verdadero villano de la historia: el Estado o las empresas privadas.

El Estado (en su sentido más abstracto) es el verdadero villano en esta historia y un obstáculo para el progreso de los ciudadanos. Por ejemplo, en lugar de fomentar el crecimiento económico mediante normas flexibles y amigables, se ha creado una cuantiosa carga burocrática para crear negocios, desalentando la formalización y la creación de empleos. En lugar de invertir el presupuesto público en obras y servicios para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, se prefiere gastar el dinero en burócratas y contratos para “los amiguitos” (como sucedió con toda la familia del presidiario Castillo). Una vez más, en lugar de encontrar maneras de recortar el gasto público o buscar más contribuyentes, el Estado prefiere ahogar al 30% formal con más impuestos y multas abusivas.

Cómo no van a protestar los ciudadanos si en más de una localidad del interior del país faltan pistas, veredas, agua, desagüe, luz, etc. La gran pregunta es: ¿sabrán estos ciudadanos que el principal responsable de asegurar estos servicios es EL ESTADO? ¡El Estado es realmente un villano! Pero la izquierda se ha encargado de borrar del mapa todas las falencias que existen en la administración pública para echarle la culpa al sector privado y los “empresarios abusivos”.

Para revertir la situación, en la batalla cultural tenemos que unirnos como peruanos, ciudadanos y agentes económicos (desde emprendedores formales e informales, hasta las empresas más grandes) y aceptar una realidad: tal como es ahora, el Estado es una piedra en el zapato y es el principal villano de la historia.

A la par se tiene que desenmascarar a la izquierda, no solo señalando que las empresas estatales son (en la teoría y en la práctica) ineficientes y un barril sin fondo, sino demostrando que la izquierda plantea un control estatal para utilizar al Estado como un botín para repartir puestos públicos, tomar el dinero de todos los peruanos y crear una dependencia viciosa del gobierno de turno. La izquierda solo quiere que los suyos tengan beneficios y no todos los peruanos.

Para finalizar, es importante señalar que desde la nueva derecha tenemos que atacar al villano desde adentro. Necesitamos realizar las reformas necesarias para lograr un Estado pequeño pero eficiente, que asegure la calidad de vida de todos sin distinción y que sea reconocido como un aliado para el crecimiento personal y económico de todos los ciudadanos.

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