OpiniónViernes, 3 de febrero de 2023
El peruano inmortal, por Santiago Carranza-Vélez
Finalmente, el próximo miércoles Vargas Llosa ingresará a la Academia Francesa de la Lengua.
Santiago Carranza-Vélez
Director Periodístico de El Reporte

A pesar de no haber escrito ninguna obra en francés, Mario Vargas Llosa ha sido incluido como miembro en la Academia Francesa de la Lengua, institución que reconoce a sus miembros como “Los inmortales”. Este hecho marca un hito histórico para la Academia y, definitivamente, para la carrera del Premio Nobel peruano. El próximo miércoles es la ceremonia central.

La unión entre la literatura francesa y la peruana es umbilical. Ventura García Calderón, primer peruano nominado al Premio Nobel de Literatura a inicios del siglo XX, escribió su obra en francés y, por supuesto, vivió la mayor parte de su vida allá. Y ni qué decir de otros autores como César Vallejo, quien viviría varios años y fallecería en tierras gálicas. Incluso el profesor de francés de Mario Vargas Llosa en el Colegio Leoncio Prado, el recordado poeta César Moro, vivió y escribió en la ciudad de la luz.

Esta relación entre las letras francesas y peruanas se ha concretado de diversas maneras. Por ejemplo, el escritor Alfredo Bryce Echenique y el traductor Ricardo Silva-Santiesteban, entre otros, fueron galardonados con la Orden de las Artes y las Letras, otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia. Sin embargo, hasta ahora, ningún peruano ni ningún hispanohablante ha pertenecido a la Academia de la Lengua.

¿Qué es la Academia? Con el fin de promover el Estado-Nación, el cardenal Richelieu, durante la primera mitad del siglo XVII y bajo el reinado de Luis XIII, implantó una férrea política de homogenización en la lengua de los habitantes de las tierras francesas. Para resguardar el desarrollo del idioma, en el año 1635, Richelieu fundó la Academia. Esta se compone por cuarenta miembros (“Los inmortales”) y cuando uno de ellos fallece se escoge al reemplazante de la silla que ocupó el difunto. A Vargas Llosa se le ha otorgado el sillón número dieciocho. Reemplaza así al filósofo Michel Serres en un sitio que han ocupado intelectuales de la talla de Alexis de Tocqueville o Jean Baudoin.

La particularidad en la inserción del peruano en la Academia consta de varios motivos. En detracción a la tradición, se admite a un escritor que no escribe en francés, aunque es bien sabido que en su juventud tradujo al castellano obras del poeta Arthur Rimbaud o que ha escrito numerosos ensayos sobre Flaubert, Víctor Hugo, Balzac, etcétera. Así, se le reconoce una autoridad excepcional sobre la lengua a una personalidad que no escribe en ella. Asimismo, con Vargas Llosa se admite a un candidato mayor de la edad máxima de 75 años.

Ambos hechos han generado controversia desde que se hizo pública la noticia, hace poco más de un año. En la votación interna de la Academia, la inserción del Nobel (dicho sea de paso, el único Nobel entre todos los miembros) se impuso en la primera vuelta con 18 votos sobre 22 sufragios. Además, han surgido comunicados de intelectuales de menor índole que rechazan su admisión debido al apoyo que Vargas Llosa ha manifestado a las candidaturas presidenciales de derecha en Latinoamérica. Estas manifestaciones no tienen mayor injerencia en el funcionamiento interno de la Academia, pero, como siempre, sus chillidos no faltan.

Mario Vargas Llosa es una figura polémica: sus opiniones gustan o disgustan. Lo central, al analizar su labor, no es detenerse en lo circunstancial o lo coyuntural, sino en el legado. Su contribución a nuestra lengua y, ahora para otra como la francesa, es histórica e invaluable artísticamente. Y el próximo miércoles con la ceremonia final de inserción en la Academia Francesa habrá dado un paso más allá en su herencia literaria.

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