No solo una parte del país está paralizado por la acción de terroristas y delincuentes. También el gobierno de Dina Boluarte está inmovilizado, sin rumbo y sin liderazgo.
Hasta hace poco parecía que Alberto Otárola lideraba al Ejecutivo y trazaba la ruta. Ahora eso ya no parece ser así.
Ya sea porque Boluarte lo ha sujetado o porque él mismo se ha atemorizado, o porque el resto del gobierno ha entrado en pánico o por todas esas razones a la vez, el PCM se ha apagado.
En tanto, delincuentes y terroristas siguen haciendo de las suyas. Cuando las fuerzas del orden desbloquean una vía muy importante, como la carretera central, simplemente esperan que se vayan a sofocar otro incendio en cualquier lugar, y la vuelven a cerrar.
No se sabe hasta cuándo las fuerzas del orden mantendrán desbloqueada la Panamericana Sur en el llamado Barrio Chino, pero cualquier grupo de vándalos cierra esa importante vía cuando le viene en gana, como ocurrió el viernes 3.
En el centro de Lima, los grupos movilizados y pagados por delincuentes y conducidos por terroristas, provocan el caos continuamente.
Increíblemente, las autoridades del gobierno insisten en pedirles que “marchen pacíficamente”, cuando ellos mismos han decretado que las marchas y cualquier tipo de manifestación están expresamente prohibidas. Naturalmente, si las propias autoridades admiten que no van a hacer cumplir las disposiciones que ellos han dictado, los terroristas y delincuentes no van a hacerles caso y no solamente van a movilizarse, sino van a destruir todo lo que puedan y van a agredir a la policía.
Saben que el gobierno ha ordenado que los policías actúen desarmados y que se preocupen sobre todo de no hacer daño a los delincuentes y terroristas que los apedrean y atacan con pirotécnicos y armas hechizas.
Una de las minas más grandes del Perú, Las Bambas, ha paralizado otra vez sus operaciones. Y varias otras en el sur están en situación similar.
Ese no parece ser un problema que angustie a Boluarte y Otárola. No dicen nada al respecto. Peor aún, no hacen nada.
Jaime de Althaus informa que en Juliaca el centro comercial Real Plaza está totalmente cerrado, al igual que los mercados Túpac Amaru, San José y otros, que el aeropuerto sigue sin funcionar y la carretera a Arequipa está bloqueada. Los escasos productos que circulan están carísimos. (“La dictadura del neo senderismo en Puno”, 3/2/23, Lampadia).
El Congreso, con la activa participación de todos los grupos de oposición, ha liquidado la posibilidad de elecciones en abril de 2024. La propuesta del gobierno para adelantar las elecciones y redactar una nueva Constitución ya fue desechado.
A estas alturas, son cada vez más los que piensan que en ambos poderes hay la intención de quedarse hasta el 2026, y que solo confeccionan propuestas confusas y enrevesadas para hacer creer que intentan lo contrario.
Mientras tanto, cada día más peruanos caen en la pobreza, más negocios pequeños y grandes quiebran, y se hace más difícil detener la espiral descendente que hunde al país.
Los que pueden sacar al Perú del gravísimo peligro en que se encuentra, también están paralizados por temores absurdos e infundados. Por supuesto, atreverse implica un riesgo, pero ¿acaso no están preparados para asumir peligros? Lo cierto es que en modo alguno es inevitable que las cosas terminen mal. Al contrario.
Otrosí digo. Esta columna dejará de publicarse por algunas semanas.