Considerando la coyuntura política actual, el título de esta columna parece pesimista. Y es que, como van las cosas, no sería equivocado pensar negativamente - y hasta sin esperanzas - sobre la crisis política por la que estamos atravesando. Ya estábamos ante problemas serios que transgredían nuestra institucionalidad, antes de que el golpista Pedro Castillo asumiera el poder. Ya con él sentado en Palacio las circunstancias se agravaron, llegando a tener en el gobierno a personas inescrupulosas que buscaron beneficiarse a costa del Estado.
Ahora nos encontramos ante una convulsión política que ha llevado a varios ciudadanos a las calles a protestar contra el actual gobierno de Dina Boluarte, convulsión que está siendo manejada, en muchos casos, por personas que buscan instaurar una asamblea constituyente para imponer una Constitución ideologizada.
Y esto no terminará si no hay partidos políticos bien constituidos, con doctrinas y programas realistas y con argumentos sólidos y viables que conecten con la población, inculcando valores democráticos, educando políticamente, partidos políticos que vinculen a ciudadanos en base a ideales y convicciones. Que no solo se constituyan para elecciones, sino que tengan activismo permanente y dinámico.
Esto no terminará, mientras sigamos siendo indiferentes con los problemas del país. Mientras solo nos interesen los beneficios particulares, dejando de lado los intereses del resto de la población. Esto no terminará si no generamos un sentimiento de unidad entre peruanos, que nos permita convivir socialmente, a pesar de las diferencias políticas.
Si queremos cambiar la realidad dramática y preocupante que actualmente está aquejándonos como país, deberíamos empezar a reflexionar sobre los valores políticos que nos hacen falta reforzar en la sociedad. Es necesario que empecemos a forjarnos la idea de que con libertad y respeto por el Estado de derecho podremos lograr el desarrollo y vivir con estabilidad y paz.